Durante tres años, Martí Batres coordinó su bancada en la Cámara de Diputados y básicamente no logró nada. Su trabajo nefasto se refleja en la reputación política que goza (pésima) y en el hueso que pezcó (mero subsecretario de gobierno en el DF). Este año, fiel a sus tradiciones autodestructivas, el PRD enfrentó la difícil tarea de elegir a un coordinador todavía más radical, inefectivo y antagonizante. Contra todas las expectativas, lo logró: encontró a Pablo Gómez, que en dos meses básicamente estableció que el PRD será una presencia escandalosa pero absolutamente intracendente en la cámara baja. Basta leer este editoríal que publicó hoy en Milenio. Lamentable.
Es una lástima. Aunque tenga menos de 20% del voto, el PRD podría jugar un papel constructivo en la vida política del país. Vaya que el país necesita toda la sensatez, inteligencia y valentía política que los partidos puedan aportar. Lo peor es que sí había una alternativa: Gómez venció a Amalia García, quien es una persona mucho más moderada y sensata.
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