Trabajar para el FMI es malo para la autoestima. Es quizá la organización más detestada del planeta, y no sólo por ONG radicales (de acuerdo a esta nota, incluso es criticada por ex mandatarios que influyeron mucho en sus decisiones).
El FMI fue creado hace más de 50 años para ayudar a los países a enfrentar crisis relacionadas a sus cuentas externas derivadas del regimen de tipos de cambio fijo que existía en ese entonces. Cuando este llegó a su fin, el FMI entró al negocio de ayudar a países del tercer mundo que enfrentaban crisis económicas agudas (los famosos programas de establización).
En ese sentido, las críticas al organismo son un tanto injustas: es como acusar de incompetencia que sólo atiende a pacientes con enfermedades terminales de que sus pacientes siempre se mueren. A final de cuentas, el FMI sólo puede influir hasta cierto grado las decisiones de los gobiernos, por lo cual las malas políticas que siguen y que agravan los problemas generalmente no se pueden atribuir al organismo.
No obstante, los críticos tienen cierta razón. Este estudio demuestra que las decisiones del FMI son influenciadas por factores políticos y que sus programas por lo general tienen un impacto negativo a mediano plazo en los países que "apoya". Ahora bien, lo anterior es más culpa de las naciones que controlan al Fondo que del organismo propiamente.
Es curioso notar que mientras que el FMI recibe todas las críticas, existe una imagen relativamente positiva del Banco Mundial y de los bancos regionales de desarrollo, pese a que éstos han demostrado un grado de incompetencia similar. No obstante, como estos últimos se dedican al "desarrollo" y el FMI a atender crisis, es entendible la diferencia en las percepciones.
En todo caso, la experiencia de los últimos años demuestra que sin un enfoque integral que permita a los países pobres crecer de forma sostenida, son inevitables las crisis recurrentes. Por tanto, me parece que separar las funciones del FMI y del BM no tiene sentido alguno. Asimismo, estos organismos seguirán siendo poco efectivos mientras no alcancen cierta autonomía política que les permita apoyar sólo a los países que realmente estén dispuestos a emprender cambios de fondo.
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