En los últimos tres años, ha estado de moda afirmar que la economía mexicana es una especie de eco amplificado de su contraparte norteña: si le va mal a esta última, a la primera le va peor y lo mismo aplica cuando crecen. Ahora que el PIB estadounidense aumentó 3.2% con relación al mismo periodo del año pasado, el contraste con las cifras mexicanas, que muestran una expansión de tan sólo 0.4% en el mismo lapso, es penoso. Al parecer, la locomotora estadounidense ya salió de la estación, pero olvidó jalar al vagón mexicano.
No hay una explicación sencilla de por qué va tan mal la economía mexicana. Sin embargo, es claro que el desempeño de la actividad manufacturera –precisamente el sector que vincula a ambos países directamente—tiene mucho que ver. Al respecto, con relación al tercer trimestre del año pasado, la producción manufacturera mexicana bajó 3.6%, mientras que la estadounidense se contrajo sólo 0.7%.
Lo curioso del caso es que una revisión a las cifras desagregadas muestra un hecho curioso: en 7 de los 8 grandes sectores (dejé fuera otras manufacturas, las cuales son de poca importancia), la producción manufacturera mexicana presenta un desempeño mejor o, como mínimo, similar a las cifras estadounidenses. La única excepción es la categoría de productos metálicos, maquinaria y equipo. En ese caso particular, en los primeros ocho meses de este año la producción mexicana cayó 7.2% anual, mientras que la estadounidense subió 4.5%.
Dentro de esa categoría hay dos rubros en donde las diferencias entre ambas naciones son notorias. El primero es la producción de vehículos y partes. En México, la producción de vehículos bajó 10% en los primeros ocho meses del año y en partes se registró un alza de 0.5%. Por su parte, en Estados Unidos se registró un alza, en total, de 1.3%. Como he señalado previamente, el mal desempeño de la industria automotriz mexicana se explica en buena medida por mala suerte: los vehículos producidos aquí se han vendido mal y la mezcla general –más autos que camionetas—es desfavorable dadas las condiciones en el mercado. Con un poco de suerte, esta tendencia puede revertirse.
Pero la que más me llama la atención es la categoría de aparatos y equipo electrónico. En Estados Unidos, la producción de aparatos de procesamiento de información aumentó 13% en el año, mientras que otros aparatos electrónicos registraron una caída de 4%. El alza en computadoras y similares explica por sí misma el fuerte repunte en toda esta rama manufacturera. En México no se identifica por separado la producción de equipo de computación, pero el rubro general al que pertenece registró una baja de 15%.
¿Por qué una diferencia tan fuerte? La falta de datos no permite dar una respuesta definitiva, pero me parece que se trata de una cuestión de medición. En Estados Unidos las cifras de producción de equipo de cómputo son ajustadas para reflejar las mejoras en calidad. Por ejemplo, una computadora dos veces más poderosa que la producida el año anterior cuenta el doble. En cambio, en México no se hace ese ajuste y las cifras de producción sólo toman en cuenta las unidades producidas. Si tomamos en cuenta que el poder de las computadoras sube casi 30% al año (dato que tomé de otra parte), ese ajuste explica toda la diferencia.
Concluyendo, estas cifras indican que el desempeño de la economía mexicana no es tan desfavorable. Dentro de la industria total, sólo dos rubros muestran un desempeño sustancialmente peor al estadounidense. En un caso, automóviles, se puede atribuir a factores coyunturales. En otro, es una cuestión de metodologías de medición. Es interesante notar que esto último prácticamente asegura que la producción industrial en Estados Unidos seguirá creciendo más rápido que en México, aunque sea una ilusión estadística.
sábado, noviembre 22, 2003
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