miércoles, octubre 08, 2003

Teorías de conspiración

Ayer expliqué a detalle por qué el peso ha caído estas últimas semanas. Lo largo de la nota muestra que no es un asunto sencillo pero la idea central es clara. Estados Unidos gasta más de lo que genera como ingreso y depende en exceso del capital extranjero. Tarde o temprano los inversionistas extranjeros dejarán de enviar tanto capital a ese país, tanto por los problemas estructurales de Estados Unidos como por cambios en sus propias naciones. El dólar acumula una caída de 20% en menos de dos años y todavía le falta caer más. Esto, junto con menores flujos de capital, presionarán al alza las tasas de interés y, en el mejor de los casos, la economía estadounidense crecerá poco por algunos años.

Los fuertes vínculos de la economía mexicana con el país vecino y sus propios problemas estructurales aseguran que el mal desempeño en Estados Unidos se reflejará, tal como ha sucedido en los últimos años, aquí. La única salida es avanzar en reformas estructurales (no sólo la fiscal y energética), pero como eso no es muy probable, el peso está cayendo a la par del dólar, reflejando una menor inversión extranjera y el mal panorama para las exportaciones.

En otras palabras, el motivo por el cual ha bajado el peso es muy claro, pero no es fácil explicarlo y menos en un formato periodístico. Por eso mismo, los medios buscan explicaciones más sencillas, aunque estas sean falsas o engañosas. Lo más sorprendente es que incluso analistas respetables repiten las mismas falacias.

Esta nota del Financial Times ilustra bien el punto. Primero cita las dos explicaciones más comunes para la caída del peso: la posibilidad de que Moody's baje la calificación de riesgo de Pemex (más alta que la del gobierno mexicano) dado su alto endeudamiento y el recorte al pronóstico de crecimiento que fijó Francisco Gil hace unos días. Ninguna de esas dos noticias aportó información nueva, por lo cual no fueron las culpables de la caída del peso (aunque contribuyen marginalmente fomentando una impresión negativa sobre México).

Después, el artículo del FT cita fuentes que señalan que las autoridades financieras del país ven con buenos ojos la caída del peso, ya que ésta no está traduciéndose en un repunte inflacionario y ayudan a la competitividad de las exportaciones.

Quizá sea cuestión de matices, pero nada de lo dicho recientemente por Franciso Gil, titular de Hacienda, o Guillermo Ortiz, gobernador de Banco de México, se puede interpretar como un respaldo a la caída del peso. Más bien, tengo la impresión que estos analistas están acusándolos de omisión, ya que no han hecho nada para estabilizar al tipo de cambio.

Esto es cierto, pero no toma en cuenta que estos funcionarios saben perfectamente bien lo que está sucediendo. Oponerse a un ajuste cambiario propiciado por poderosas fuerzas globables es, como nuestra historia ha demostrado una y otra vez, inútil a largo plazo. Mientras dicho proceso no amenace la estabilidad de los precios o de los mercados financieros, sea ordenado y moderado (a final de cuentas, el peso sólo se ha depreciado 5% en las últimas semanas), intervenir sólo invita mayor especulación en contra de la moneda nacional.

Ahora bien, el ajuste del dólar apenas está iniciando y estos funcionarios enfrentarán pruebasd mucho más compliadas en los próximos meses y años. Sin reformas, la economía mexicana seguirá estancada; va a ser cada vez más difícil resistir las voces que claman por un peso más débil, aunque sabemos por experiencia propia que un fuerte ajuste en el peso termina minando el bienestar de los mexicanos a largo plazo. Al mismo tiempo, no se puede descartar una crisis del dólar, la cual representaría una seria amenaza para la economía nacional.

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