lunes, octubre 13, 2003

Afores: Protegiendo un status quo nefasto

¿Cuál es el mejor negocio en México? Excluyendo al narcotráfico, son las Afore. Es una industria que tiene un margen de utilidad neta cercano al 35% y creciente. Para ganar toneladas de billetes, lo único que hacen es mantener bases de datos, imprimir estados de cuenta dos veces al año, manejar una cartera de inversión muy sencilla y cobrar comisiones como si no hubiera mañana. Todo esto, claro, sancionado y alentado desde el gobierno. Prometo publicar próximamente más sobre este escandaloso tema, pero hoy me quiero centrar en un punto en particular: las inversiones.

Desde el inicio del sistema obligatorio de pensiones privadas en 1997, las inversiones de las Afores fueron estríctamente controladas. Sólo podían (y pueden) invertir en instrumentos de deuda de alta calidad. Por varios años, en realidad no hacia mucha diferencia, ya que el mercado de deuda mexicano estaba conformado en una abrumadora mayoría por bonos gubernamentales. Hoy empieza a cambiar esa situación, pero no mucho. Sólo existe papel de muy alta calidad y la gran mayoría está avalado, explicitamente o implícitamente, por el gobierno. Por ejemplo, Sociedad Hipotecaria Federal otorga garantías parciales a los bonos emitidos por las Sofoles hipotecarias, mientras que los bonos colocados por los gobiernos de los estados cuenta con la garantía de las participaciones federales. El resto del mercado lo abarcan paraestatales, como la Comisión Federal de Electricidad, o empresas grandes (América Móvil, Cemex, Telmex, etc.) que aprovechan las bajas tasas en pesos para reducir su exposición a la deuda denominada en dólares.

En otras palabras, no se necesita ser genio para manejar la cartera de una Afore: básicamente, compran lo que hay y el único valor agregado posible es elegir las proporciones de instrumentos con diferentes características, como tasa fija vs. tasa variable, largo plazo vs. corto plazo, etc.

Desde hace años, varios han planteado la necesidad de una mayor diversificación, permitiendo la compra de papel de mayor riesgo y acciones. Claro, estas últimas son instrumentos de mayor riesgo, pero toda la evidencia de largo plazo muestra que ofrecen retornos bastante altos que más que compensan su riesgo a corto y mediano plazo. Alguna vez vi un estudio que señalaba que entre 1933 y 1999 las acciones mexicanas pagaron un retorno real de 4% a 5% real anual, mucho mayor al otorgado por la renta fija.

Es un hecho que inversiones de este tipo tienen que ser limitadas y reguladas, pero no tiene sentido prohibirlas. En todo caso, se debería permitir que cada Afore tuviera varios fondos (Siefores, como se les conoce en el argot del medio), con diferentes perfiles de riesgo y carteras, de tal forma que cada trabajador eligiera el que más le conviene. Pero parece que ese día está muy lejos.

Siempre ha sido obvio que el gobierno tiene pavor a permitir que las Afore inviertan en cualquier cosa que huela a riesgo, temiendo titulares hipotéticos como "Trabajadores pierden dinero en especulación bursátil de las Afore". Ahora resulta que las propias Afore, a través de su organización gremial, también rechazan esta posibilidad (http://www.milenio.com/nota.asp?id=100269).

Francisco González, presidente de la Amafore, señaló en entrevista que sólo se debería autorizar la inversión en acciones cuando esté "plenamente desarrollado" el mercado de deuda. Asimismo, dijo (cito textualmente) que "No creo que las Afore deban participar en un mercado accionario que está estancado, sino en pleno crecimiento y eso sucederá cuando se reactive primero el mercado de deuda."

En otras palabras, si se cumplen los deseos de las Afore, primero la economía mexicana tiene que apalancarse hasta el limite, elevando su grado de riesgo justo cuando la situación económica es incierta y complicada. Claro, como el gobierno federal garantiza casi todo, ¡cuál es el problema! Cuando gobiernos y empresas se hayan atascado de deuda, entonces quizá se pueda invertir en acciones, pero sólo si estas han tenido un alza tan grande en su valor que se haya despertado la codicia de muchos ahorradores (como a mediados de los ochenta) y éstos clamen por incluir acciones en sus carteras. Tal como siempre sucede, si las Afore entran en un momento como ese, las acciones impondrán nuevas marcas en precio, elevando su valor a niveles mucho más altos que aquellos que su rentabilidad y perspectivas justifiquen. Todos sabemos cómo termina esa historia.

¿Por qué son tan conservadoras las Afore? En esencia, quieren proteger su lucrativa franquicia. Si bien las autoridades por fin están presionando para que bajen sus comisiones (hay que recordar que el costo fiscal del nuevo sistema de pensiones será mitigado entre más alto sea el saldo de los trabajadores a la hora de su retiro) las Afore prácticamente no tienen costos (incluso no gastan en mercadotecnia, lo cual es indicativo de arreglos turbios entre ellas para restringir la competencia). Para los grandes grupos financieros que controlan ese mercado, es la forma más sencilla de ganar dinero fácil. Obviamente, quieren evitar llamar la atención de los medios y generar escándalo. Como los medios no se fijan en sus abusos presentes, la única forma de que las Afore lleguen a los titulares es registrando rendimientos negativos, algo inevitable en ciertos periodos si invierten en acciones. Ergo, prefieren seguir tal y como están.

¿Los perjudicados? Los mismos trabajadores, que obtendrán retornos menores a los que se podrían alcanzar, bajo criterios prudentes, con una política más flexible de inversiones por parte de las Afores. Pero la economía mexicana también pierde: por sus características, algunos proyectos no pueden ser financiados vía deuda.

Un buen ejemplo: todas las empresas tecnológicas de Estados Unidos crecieron a través de inyecciones de capital por su alto riesgo. De hecho, los fondos de pensiones han sido un catalizador importantísimo para ese sector, ya que proporcionan capital de largo plazo (que representa sólo una pequeña fracción de sus recursos), aceptando los riesgos pero con frecuencia cosechando altísimos retornos. Si en EUA se hubieran manejado reglas como las mexicanas, no existirían firmas como Cisco, Apple, Dell, Amazon, Yahoo, etc.

Ni qué. ¿Qué se puede esperar de un país donde se sostiene que nuestra producción de energéticos es reserva exclusiva del estado, pero no invertimos en él y terminamos importando nuestro gas natural y nuestra gasolina del extranjero?

No hay comentarios.: