viernes, octubre 17, 2003

Más sobre la lotería

Establecer una lotería es un medio favorito de los gobiernos para obtener más ingresos sin aumentar impuestos. Los críticos argumentan que es algo poco ético, ya la mayor parte del dinero recaudado por las loterías proviene de los pobres. Aunque se regrese de alguna forma las ganancias a los grupos menos favorecidos vía gasto social o en proyectos de caridad (como supuestamente sucede en México), de todas formas salen perdiendo, ya que los costos administrativos se llevan una buena tajada.

¿Qué tan cierto es esto? La Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares (2000) ofrece datos muy interesantes. De entrada, parece desmentir la base de dicha crítica. Entre el 10% del total de los hogares con mayor ingreso, cerca del 8% gasta en loterías u otros juegos de azar. Ese porcentaje baja a menos de 1% en los hogares de menor ingreso. En términos de dinero, el 10% del total de los hogares con mayor ingreso gasta el 42% de los recursos destinados concepto. Parece entonces que los ricos subsidian indirectamente a los grupos de menor ingreso.

Pero el asunto no es tan sencillo. Tomando sólo los hogares que sí gastan en loterías y juegos de azar, resulta que el gasto por hogar de los más ricos es sólo dos veces mayor al de los más pobres. Si traducimos esto a un porcentaje del gasto total de las familias, los hogares más pobres que compran boletos de lotería y similares destinan el 7% de sus erogaciones monetarias a ellos, mientras que los hogares más ricos sólo desperdician el 0.7% de su gasto de esta forma.

En otras palabras, los pobres son sensatos: pocos gastan en lotería y juegos de azar. Pero los incautos que sí lo hacen gastan mucho. Esto no sorprende, tomando en cuenta que se reconoce que hay personas que apuestan compulsivamente y que éstas causan un gran daño a sus familias. La pregunta es si el dinero recaudado por la lotería entre los estratos de ingreso alto compensa el daño de afectar seriamente la economía de algunos hogares de bajo ingreso.

Por cuestiones de libertad, no veo por qué el estado impida que las personas gasten en juegos de azar si así lo desean. Pero tampoco veo gran lógica en que él patrocine directamente un esquema que sí causa daños sociales a decenas de miles de hogares.

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