viernes, octubre 10, 2003

La rebatinga fiscal

Empiezan a fluir las propuestas y seguramente veremos muchas más en los próximos meses. En general, el debate está girando en torno a si bajamos una tasa, subimos otra, eliminamos algunas exenciones, le cobramos a un cierto grupo, etc. El caso más sonado es la propuesta del gobierno de bajar el IVA a 10%, eliminando las exenciones para alimentos y medicinas.

Me parece que centrarse sólo en las tasas es un gran error porque ignora la otra mitad de la ecuación: el gasto. Tomemos el caso de la propuesta del gobierno en torno al IVA. López Obrador señaló, correctamente, que cobrar iVA a alimentos y medicinas sería regresivo, ya que entre más bajo sea el ingreso de un hogar, gasta un porcentaje mayor de su presupuesto en estos rubros. Por este motivo es rechazada por el PRD y el PRI, partidos que derivan su apoyo de los estratos de menor ingreso. En cambio, el impacto de homologar el IVA sería, a ojo de buen cubero, bastante neutral para la clase media, que es la base del apoyo del PAN, el único partido que ve con buenos ojos esta medida.

Como resultado, vender la homologación al 10% del IVA en términos de aumentar la recaudación es una estrategia destinada al fracaso porque el PRI y PRD nunca la aprobarán. Sin duda, esta clase de consideraciones aplicarán para otras propuestas fiscales, empezando por la baja propuesta por el gobierno al ISR (que recae abrumadoramente en los estratos de ingreso medio y alto).

¿Es imposible un acuerdo? Claro que no. La clave para cuadrar las posiciones encontradas es el gasto. En este país, el objetivo de cualquier reforma fiscal es aumentar la recaudación, lo cual implica un mayor pago de impuestos. Por definición, eso implica que algunos pagarán mucho más y otros aportarán en menor proporción. Naturalmente, los primeros van a estar descontentos, ya que su ingreso después de impuestos tendería a caer. Ahora bien, una forma de evitar que su oposición descarrile todo el proceso es compensarlos a través de mayores transferencias, subsidios y servicios.

Regresemos al caso del IVA. Su homologación al 10% afectará proporcionamente más a los segmentos de bajos ingresos, pero en principio elevaría la recaudación de todos los estratos, ya que al eliminar las disparidades en la tasa se puede elevar el grado de cumplimiento general. En ese sentido, el alza en la recaudación puede ser suficiente para poder compensar a los grupos de bajo ingreso (a través de mayores fondos para programas como Procampo u Oportunidades) y permitir que quede un exedente para invertir en áreas prioritarias que benefician a todos (infraestructura, educación, etc.).

El problema es que hasta ahora ni el gobierno ni el PAN han juntado estos dos elementos. Para la mayoría de los ciudadanos, los beneficios de una reforma son demasiado abstractos y los costos muy aparentes. Sólo se podrá generar apoyo para una reforma fiscal si esos beneficios se vuelven visibles para los más afectados.

En el primer intento fallido de promover una reforma (en el 2001) surgieron ideas interesantes que después no fueron seguidas. Por ejemplo, recuerdo que Felipe Calderón del PAn proponía que parte de la recaudación extra obtenida a partir de un mayor pago del IVA fuera devuelta a los ciudadanos a través de pagos de monto igual. Así, por ejemplo, toda persona de 18 años o más recibiría un cheque por el mismo monto. Para las personas de ingreso bajo, representaría una cantidad proporcionalmente más alta.

No creo que esa propuesta sea muy viable, pero necestiamos más ideas de este tipo. De lo contrario, temo que será muy difícil alcanzar los consensos políticos necesarios.

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