En principio, el director del Fondo Monetario Internacional debería ser uno de las personas más poderosas del planeta, controlando el destino económico de muchos países. Pero en la práctica es un trabajo ingrato: los gobiernos de Estados Unidos y de las potencias europeas toman todas las decisiones importantes y hay que vivir negociando con deudores truculentos. Por si fuera poco, el movimiento globalifóbico considera que el FMI es un instrumento de Satanás.
Con razón su previo titular, Horst Kohler, salió corriendo con una gran sonrisa cuando le ofrecieron la posibilidad de convertirse en presidente de Alemania, un trabajo donde tampoco tendrá poder real, pero tiene prestigio y no hay que hacer mucho.
Ahora inicia el proceso de elegir al nuevo titular del FMI. Ya iniciaron los rumores. Pero no hay que olvidar que ese proceso es una absurda reliquia del pasado que persiste pese a que todos saben que está mal. Este artículo describe todo esto en el contexto del desastre que fue la sucesión pasada. Bien vale la pena tomarlo en cuenta.
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