El alza en los precios de la energía es uno de las principales amenazas para la salud de la economía mundial.
En el caso del petróleo, los precios del crudo han subido de forma más o menos constante (hubo una fuerte baja en el 2001) desde 1998, pasando de menos de US$ 15 por barril en 1998 a US$35 por barril actualmente (tomando al WTI como referencia). A grandes rasgos, esto se explica porque la oferta no ha crecido al mismo paso que la demanda.
Pero este repunte no es muy preocupante: a final de cuentas, los precios del petróleo siempre han sido sujetos a grandes fluctuaciones. Lo que sí nos debe quitar sueño es el cambio radical en los precios de los futuros de petróleo.
Desde los años noventa, los contratos de abasto a largo plazo (4 años o más) se fijaban con un precio de referencia de alrededor de US$20 por barril, un nivel que se mantuvo muy constante y que refleja el costo (directo y financiero) de extraer el petróleo. Pero desde mediados del 2001, empezó a subir de forma constante, llegando en los últimos meses a un nivel de US$28 por barril (vean esta gráfica de los futuros a diciembre de 2008 en el Nymex). Cabe notar que este precio es mucho más relevante para las tomas de decisiones de largo plazo en materia de inversión que los precios spot (de corto plazo, los que se citan en la prensa).
¿A qué se debe este movimiento? Ayer Alan Greenspan, el presidente de la Reserva Federal, afirmó en un discurso que esta alza refleja un mayor premio de riesgo, el cual está relacionado con las tensiones políticas en Medio Oriente. Es decir, no tiene nada que ver con cambios radicales en la tecnología o las reservas de petróleo.
En ese sentido, es interesante notar que desde la invasión anglo-estadounidense a Irak, los futuros de largo plazo pasaron de aprox. US$24 por barril a US$28 por barril. El verdedicto de los mercados es claro: no creen que como resultado de la ocupación surgirá un Irak estable, que ayudará a propagar la democracia y estabilidad en el resto del Medio Oriente. Sin duda, una pésima noticia para todos.
Como siempre, el discurso de Greenspan es una lección magistral. De hecho, se centra más en el gas natural que en el petróleo. Sobre ese energético, señala que los incrementos en su precio a lo largo de los últimos años han sido mucho mayores que los que presenta el petróleo. Al igual que este último, esto se explica por el hecho que la demanda rebasa la oferta, pero hay diferencias clave.
En particular, la demanda de gas de EUA ha sido cubierta casi en su totalidad por fuentes domésticas (incluyendo importaciones de Canadá), pero éstas ya llegaron a su límite. El problema es que es mucho más difícil importar gas de ultramar (el gas doméstico se puede transportar en gasoductos ya existentes) que petróleo, debido a que el primero se tiene que licuar en la fuente, transportarse en ese estado, para ser regasificado en el país importador. Pero gracias a los avances tecnológicos, este costoso y complicado proceso es cada vez más barato.
En ese sentido, Greenspan nota que las importaciones de gas cubrieron sólo el 23% de la demanda mundial (y sólo el 2% en EUA), mientras que en el caso del petróleo ese número llega a 57%. Lo anterior implica que hay un enorme potencial de crecimiento en el comercio mundial de gas, lo cual a su vez permitirá que a largo plazo surjan mercados mucho más flexibles y eficientes. Esto último da causa para ser optimistas, ya que limitarán las presiones sobre los precios, aunque el panorama a corto plazo seguirá siendo complicado.
miércoles, abril 28, 2004
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