La respuesta: leyendo el informe sobre la democracia en América Latina del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (se puede consultar aquí).
Resultó ser un mamotreto que nos dice lo que ya sabemos: en la región existen los mecanismos formales de la democracia, pero el estado no cumple con sus funciones básicas. No hay diagnósticos claros de los motivos por lo cual eso sucede, ni recomendaciones específicas, ya sea a escala regional o referentes a países individuales. Eso sí, hay cientas de páginas sobre la teoría de la democracia (en esencia, es un libro de texto de ciencia política bastante malo).
Su única virtud es un extenso apéndice estadístico que, sin duda, será una referencia muy útil.
En retrospectiva, era de esperarse: el proyecto fue conducido por ex políticos (muchos argentinos) que no tienen el menor interés en ofender a sus colegas en funciones. Es otra muestra de uno de los grandes problemas de la ONU: funciona más como una red de apoyo mutuo para burócratas de alto nivel y políticos retirados que como una organización que busca resultados concretos. Claro, este informe es un ejemplo de poca importancia, pero ayuda a entender cómo se gestó la enorme red de corrupción y tráfico de influencias que fue el programa de petróleo por alimentos en Irak (Roger Simon ha escrito mucho sobre este tema).
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