Estaba pensando el otro día sobre cómo caracterizar al 2003 en el ámbito económico y financiero. Mi respuesta tentativa: será recordado como el Año del Dragón. Aunque el milagro económico chino a partir de las reformas de 1979 había recibido bastante atención, en el 2003 el desempeño de China causó asombro y temor en partes iguales. No es para menos: en un entorno de bajo crecimiento, su PIB real creció a un ritmo de 8% (con todo y SARS) y sus exportaciones saltaron más de 30%.
En todo el mundo el surgimiento de China está causando pánico. De Bombay a Ciudad Juárez, se teme que el bajo costo de la mano de obra china y la creciente competitividad de ese país destruirá la industria nacional.
Sin duda, este año todo mundo está en busca de respuestas para enfrentar el reto chino. Lamentablemente, el primer impulso de los políticos es acudir al proteccionismo, como la imposición estadounidense de aranceles y cuotas a ciertos textiles chinos a fines del 2003. Pero es un hecho que el proteccionismo termina, a la larga, perjudicando a todos, empezando por los consumidores del país que recurre a él.
¿Hay una alternativa más positiva a ese reto? Daniel Lian, un economista de Morgan Stanley (por cierto, no se pierdan su Global Economic Forum, donde casi todos los días se publican artículos muy interesantes), ofrece una respuesta muy interesante. El Sr. Lian ha escrito extensamente sobre la política económica que ha seguido exitosamente Tailandia en los últimos tres años. Este es un tema extenso en sí mismo y abarca muchas medidas interesantes, pero hay una en particular que me llama la atención.
Tailandia, como muchos otros países del sudeste asiático, siguió por décadas el típico modelo de crecimento con base en exportaciones de manufacturas ligeras. Por diversos motivos, China les está comiendo el mandado y es claro que la pérdida de competitividad es, para fines prácticos, permanente.
El primer ministro tai, Thaksin Shinawatra está promoviendo, de acuerdo con Lian, que el país utillice sus recursos y habilidades nativas, que lo distinguen de otras naciones, para crear ventajas competitivas que no pueden copiadas por los ingeniosos emprendedores chinos. En el caso de Tailandia, el turismo (nota: me consta que es un pa?s espectacular) y los alimentos son un ejemplo obvio.
En un valioso ensayo reciente, Lian afirma que los países amenazados por la industria china deben seguir ese camino. Es claro que en manufacturas masivas no hay forma de competir, por lo cual deben buscar crear productos únicos, de alto valor agregado, que no son destinados al mercado masivo. Ofrece el interesante ejemplo de la industria relojera suiza, que ha prosperado pese a la competencia de relojes electrónicos asiáticos de bajo precio.
¿C?ómo se puede hacer eso? Cada país deberá encontrar cuáles son sus aptitudes únicas, pero el aprovechamiento de las oportunidades existentes dependerá de que exista una buena infraestructura para el fomento de las pequeñas y medianas empresas, que son la fuente de innovación más importante en cualquier país (ej. mercados financieros profundos, protección a la propiedad intelectual, etc.). Cabe notar que el sector relojero suizo está dominado precisamente por esa clase de empresas.
Estaré regresando a este tema, que me parece sumamente importante y oportuno.
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