jueves, enero 29, 2004

Impunidad periodística

De alguna forma, podemos caracterizar a buena parte de la historia política de Occidente como una lucha encontrar un balance adecuado entre el poder del estado, que puede ser usado para bien o para mal, y la necesidad de que éste responda a los mejores intereses de la población. Por eso tenemos mecanismos como el sufragio universal, separación de poderes y leyes de transparencia , entre otras. En muchos países se puede afirmar que ese balance existe, aunque con mayor o menor grado de perfección.

Sin embargo, hay otros focos de poder fuera del ámbito estatal en donde todavía no se ha logrado establecer un balance adecuado entre las funciones e intereses de ciertas instituciones y su responsabilidad social. Los medios de información son un caso evidente.

Esto viene al caso por la presentación de las conclusiones del informe Hutton en el Reino Unido. No entraré a los particulares del caso, pero en esencia ese informe independiente critica severamente a la BBC por formular acusaciones sin fundamento en algunos reportajes relacionados con el conflicto en Irak. Como resultado, ya renunciaron el director y el principal editor de la BBC. En este caso se hizo justicia, pero más bien por circunstancias excepcionales, como la naturaleza del tema, el hecho de que hubo una muerte (suicidio) y porque el gobierno estaba involucrado.

Me atrevo a decir que los medios cometen atropellos similares a lo largo y ancho del mundo todos los días. En algunos casos, son difamaciones llanas. Pero en la mayoría se trata simplemente de distorsiones y falsedades. Todos cometemos errores, cierto, y muchas veces se trata de pecados menores. Sin embargo, esto no elimina dos problemas: 1) la negligencia periodística puede tener consecuencias reales negativas y 2) es un sector que goza de una inmunidad --con base en la libertad de prensa--que jamás le concederíamos a entidades poderosas como el gobierno.

Antes de seguir, ofrezco un ejemplo. Hace unos días leí un artículo en la revista dominical del New York Times sobre la esclavitud sexual en Estados Unidos. Va sin decir que te ponía los pelos de punta, pero sin muchos fundamentos. Dejé a un lado este asunto, pero el crítico de medios de Slate, Jack Shafer, le dio seguimiento al caso y acusa a esa nota de exageraciones pasmosas y de carecer de bases sólidas para respaldar su argumento.

El hecho de que los periódicos, incluso los mejores, utilicen notas amarillistas para atraer lectores no es nada nuevo. Pero eso no implica que sea algo que debamos tolerar por inevitable.

Hay dos formas de controlar la veracidad de los medios. En primer lugar, están los controles internos. Los más serios tienen editores y verificadores que tienen la responsabilidad de certificar lo que el reportero afirma. Esos controles fallan --incluso cuando hay buena voluntad--de forma espectacular en ocasiones, como ilustró el escándalo sobre las notas inventadas de Jayson Blair, un reportero del NY Times. En México, esos controles son mínimos e inoperantes (me consta: uno puede tomar cualquier periódico y encontrar errores y distorsiones evidentes). En segundo lugar, hay controles externos. Uno son las leyes de difamación, aunque es un recurso débil, limitado y sólo abierto a los ricos y poderosos. Otro es el propio público, que puede detectar y denunciar, aunque este control sólo es eficaz si el medio en cuestión está abierto a reconocer errores, lo cual no sucede con frecuencia. Afortunadamente, nuevas opciones como los blogs ayudan muchísimo, pero su eficacia es todavía muy limitada.

Como todos, defiendo la libertad de prensa a capa y espada. Pero me preocupa el enorme grado de impunidad de los medios. La libertad es buena, pero debe ser ejercida con prudencia. El mercado por sí mismo no puede asegurar una diferenciación adecuada (como ilustran los casos de la BBC y el NY Times, una alta reputación no ofrece garantías). Evidentemente, no es deseable que el gobierno tenga el poder de supervisar a los medios. Creo que la mejor solución es la autorregulación. Sería muy positivo que existieran instituciones privadas independientes para detectar y denunciar los errores periodísticos. Algo como un Consejo Voluntario de Mejores Prácticas Periodísticas. Para que funcionen, los mismos medios deben comprometerse a ser transparentes y colaborar plenamente con esos organismos.