En Estados Unidos y, en menor grado, en las principales economías industrializadas (con la notable excepción de Japón), a partir de 1980 los inversionistas han gozado de una edad dorada. Las acciones han tendio un excelente desempeño, ofreciendo retornos en el rango de 5% a 7% real anual en promedio, gracias a la recuperación económica tras la "década perdida" de los años setenta y una mayor demanda, tanto de inversionistas pequeños como de vehículos colectivos como fondos de pensiones. A su vez, la gran baja en la inflación a partir de 1982 --cuando las tasas de interés se ubicaban por encima de 10%--generó grandes ganancias para los inversionistas, con tasas reales de 3% a 5% en promedio..
Prácticamente los únicos que perdieron en este lapso fueron quienes le apostaron al oro y otros productos primarios.
Como dijo alguna vez un sabio, si algo es demasiado bueno para que siga, no lo har?. ¿Qué nos espera en las siguientes décadas? Sólo los dioses de azar saben. Pero podemos decir un par de cosas: 1) la historia muestra que esos retornos son altos; y 2) hay muchas cosas que pueden salir mal.
Eso me lleva a un interesante ensayo publicado recientemente por Bill Gross, director de PIMCO, la manejadora de fondos de renta fija más importante e incluyente de Estados Unidos (y quizá del mundo). El Sr. Gross no sólo maneja mucho dinero; él y su equipo tienen fama de generar retornos altos con cierta consistencia. Además, tiene la gentileza de ofrecer cada mes comentarios muy interesantes.
Su visión a largo plazo es sencilla. Estados Unidos y muchos países industrializados tienen problemas en sus finanzas públicas. El déficit fiscal en EUA ya alcanza casi el 5% del PIB y, gracias al dúo de recortes a impuestos promovidos por George Bush y los crecientes compromisos de gastos, no bajará mucho incluso con la actual recuperación. Esto implica que la deuda estatal crecerá aceleradamente, sin olvidar que en menos de diez años el sistema universal de pensiones y de gastos médicos empezará a ser deficitario por tendencias demográficas irreversibles. En el caso particular de EUA, hay que sumar la creciente deuda con el exterior, que se deriva --en esencia--de las bajísimas tasas de ahorro privado.
Esto le deja una elección poco atractiva al gobierno estadounidense o a sus contrapartes europeos: 1) apretarse el cinturón para cumplir con esas obligaciones futuras, limitando el consumo actual de la población; o 2) crear inflación para disminuir el valor de sus deudas. La historia nos enseña que la segunda alternativa no puede ser descartada de ninguna manera, ya que para los gobernantes es mucho menos dolorosa políticamente que la primera. No hay que olvidar que los principales bancos centrales del mundo --aunque sean relativamente independientes--están manejando una política monetaria muy estimulativa, lo cual abre la posibilidad de que no suban las tasas a tiempo antes de que la inflación repunte. Una vez que ese genio sale de la lámpara, es difícil lograr que regrese (y no concede tres deseos).
Gross señala, con datos en mano, que el retorno que ofrecieron los bonos gubernamentales en los principales países industrializados entre 1900 y 1980 promedió menos de 1% al año en casi todos los casos. En ese sentido, no sería raro que en los próximos años ese sea el retorno ofrecido por la renta fija. Por su parte, el valor de las acciones también luce bastante alto comparado a normas históricas.
Es una advertencia que todos deberíamos tomar en cuenta y seguiré comentando sobre él.
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