La socióloga residente en esta casa (también conocida como "esposa") me mostró un texto de Robert Darnton sobre los cuentos de hadas franceses (que aparece en este libro). Lejos de ser un estudio esotérico posmodernista sobre la opresión machista, como los que ella suele leer, fue una lectura fascinante que muestra cuáno hemos avanzado en dos siglos.
El autor señala que los cuentos de hadas que conocemos hoy (Cenicienta, Pulgarcito, Caperucita Roja, etc.) son versiones de viejos cuéntos campesinos recopilados y suavizados por folcloristas como los famosos hermanos Grimm. En sus versiones originales, suelen ser mucho más violentos, sexuales y pesimistas que los cuentos Disneyificados que conocemos.
En algunos casos, la transformación es impactante. Cito el texto: "En una versión anterior de 'La Bella Durmiente', por ejemplo, el Príncipe Encantador, que ya está casado, viola a la princesa y ella tiene varios hijos con él sin despertar".
Creánme que esa versión no se la voy a contar a mis hijos. Pero este es precisamente el punto del autor: nuestra sociedad a cambiado hasta el punto que no podemos imaginar cómo era la vida hace dos siglos. Darnton nos recuerda que era una suerte de pesadilla malthusiana: la mitad de los niños morían, gran parte de la población vivía bajo la amenaza o la realidad del hambre, los lobos aullaban literalmente en el bosque, los caminos eran inseguros, los señores semi-feudales buscaban constantemente confiscar lo poco que tenían los campesionos, etc.
En ese sentido, los cuentos de hadas no son más que reflejos poco disfrazados de esa realidad semiolvidada (salvo en África subsahariana). El autor da ejemplos interesantes. Por ejemplo, la gran frecuencia con la que aparecen las madrastras malvadas. En ese entonces, con la altísima mortalidad materna, era muy comunes y la lógica darwiniana las llevaba a tratar mejor a sus propios hijos que a los de la esposa previa.
Claro, no todo es obscuro. Numerosos cuentos incluyen instancias donde la generosidad hacia los limosneros recibe grandes recompensas. Pero a final de cuentas, la mayoría son historias de supervivencia ante toda clase de eventos fatales que llegan inesperadamente, opresiones, crímenes, etc. En un mundo caprichoso, donde todo extraño era un peligroso y no había recurso a justicia, la única defensa era la astucia y el ingenio. En ese sentido, los cuentos no eran mero entretenimiento ni formas de transmitir moralejas moralizantes: eran lecciones que mostraban cómo lidiar con los poderes, humanos y sobrenaturales, que gobernaban al mundo.
A su vez, ese mundo era similar en todos los países, lo cual, según el autor, explica por qué aparecen cuentos similares en culturas radicalmente distintas. Interesante.
miércoles, enero 21, 2004
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