Gray Newman, el economista que analiza América Latina para Morgan Stanley, publicó hoy una nota sobre la economía mexicana. Como siempre, su análisis es excelente, pero incompleto.
En esencia, plantea que hay dos puntos de vista sobre la economía nacional. El primero afirma que México está en el camino de la convergencia; es decir, su economía se parecerá cada vez más a la de Estados Unidos´. Hay datos que apoyan esta idea: la inflación en México ya es baja y seguramente mantendrá esa tendencia gracias a la disciplina fiscal y monetaria que indudablemente se ha mantenido desde hace años. Al mismo tiempo, el país tiene mucho potencial ya que el nivel de crédito es bajo y, gracias a la estabilidad en las tasas de interés, seguramente aumentará, propiciando un boom de consumo e inversión.
El otro bando es partidario de la divergencia. Si bien concede las ganancias en términos de estabilidad macro, sostiene que la competencia china está minando la base industrial del país que, gracias al boom de las exportaciones dirigidas a EUA, es el sector clave de la economía. Al mismo tiempo, la incapacidad del estado para implementar las reformas requeridas y el conservadurismo del sector financiero impedirán enfrentar este problema o permitir el surgimiento de otros motores de crecimiento.
Newman señala que favorece la hipótesis de la convergencia: los altos ingresos petroleros, la inversión extranjera, las remesas y el turismo, junto con la disciplina monetria y fiscal, aseguran que la estabilidad macro se mantendrá. Pero reconoce que este entorno favorable no ofrece muchos incentivos para que los políticos mexicanos busquen poner en práctica las reformas necesarias, lo cual limitará el crecimiento de la economía.
Estoy de acuerdo con su punto de vista: en la última década, la economía mexicana cambió para bien (en general), pero queda mucho por hacer.
También tiene razón el Sr. Newman cuando afirma que la falta de urgencia para llevar a cabo las reformas (energética, fiscal, laboral, etc.) está relacionada con la estabilidad macro y la buena coyuntura (altos precios del petróleo, remesas crecientes, etc.). Pero se queda corto. Incluso si la coyuntura fuera menos favorable y existiera una mayor urgencia, no habría reformas.
El problema, como señalé hace unas semanas en esta nota sobre la democracia en América Latina y México, es que el sistema político mexicano está mal diseñado de raíz, al ser una mezcla disfuncional de un regimen presidencialista tipo estadounidense con una estructura legislativa a la europea. En esencia, es casi imposible que los partidos políticos lleguen a acuerdos importantes, lo cual, a su vez, reduce
Sin reformas, el país seguirá creciendo a un ritmo lento, persistirá la inseguridad personal y no se solucionará la profunda desigualdad. Con el tiempo, crecerá la tentación de elegir una opción demagógica o radical que hundiría al país. Si hay una constante en la historia de México es que todo avance es precedido por una crisis. Ojalá esté equivocado.
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