martes, junio 01, 2004

la historia de dos inflaciones

Si dejamos de lado al petróleo, el otro tema que acapara la atención de los mercados financieros hoy día son las tasas de interés en Estados Unidos. Todos sabemos que la Reserva Federal tiene que subir su tasa de referencia, que actualmente se ubica en 1%. Lo que no sabemos es cuándo y cuánto. La respuesta depende de la inflación: si esta empieza a subir demasiado, la Fed jalará el gatillo.

Hasta aquí, todo claro. Las cosas se empiezan a complicar cuando queremos establecer qué inflación debemos tomar como referencia.

En principio, la respuesta parece sencilla: hay que usar el índice de precios al consumidor, o IPC (la inflación representa la variación en un periodo del IPC). Los cambios en el IPC son un promedio de la variación en cientos de precios de productos y servicios, ponderados por su participación en el gasto de las familias.

Bajo esta óptica, la Fed debió haber subido las tasas desde hace tiempo. Si bien el IPC aumentó sólo 1.82% en el 2003, en los primeros cuatro meses del año repuntó 1.46%, que a tasa anualizada es equivalente a una inflación de 4.5%, muy por arriba de la norma histórica o tolerable.

Pero...como todos sabemos, buena parte de ese incremento proviene del alza en el costo de la energía, cuyo precio es volátil y por lo general no es representativo de lo que sucede con otros precios. Por eso, los economistas generalmente prefieren tomar como referencia a la inflación que excluye los precios de la energía y los alimentos (los cuales también fluctúan mucho por factores coyunturales). El IPC sin alimentos y energía se conoce como el IPC subyacente o "core" (en inglés).

Tomando al IPC subyacente, el panorama mejora, pero no mucho. En el 2003 la inflación subyacente se ubicó en 1.1%, un nivel peligrosamente bajo, pero en el periodo enero-abril se ubicó, en tasa anualizada, en 2.97%, un nivel bastante elevado y con cierta tendencia a acelerarse.

No obstante, la Fed parece no tener prisa y los analistas también se muestran tranquilos. Esto se debe a que tanto el Sr. Greenspan como la mayoría de los economistas macro siguen a un indicador de precios que desconocemos los mortales comunes: el índice de precios del gasto personal de consumo (IPGPC).

En general, tanto el IPC como el IPGPC ofrecen resultados similares. Pero en los últimos meses ese no ha sido el caso. Por ejemplo, el IPGPC sin alimentos y energía presentó un aumento anualizado de 1.7% en los primeros cuatro meses de este año, casi 130 puntos base por debajo del cambio en el IPC subyacente. En otras palabras, si tomamos este indicador, no hay mucho de que preocuparse (aunque a mediano plazo la tendencia es al alza).

¿Cuáles son las diferencias entre ambos índices? Encontré un estudio que las describe a fondo, por lo cual me limitaré a las dos principales. En primer lugar, el IPC sólo toma en cuenta los patrones de gasto, determinados a través de encuestas que se llevan a cabo cada dos años, de los consumidores urbanos, mientras que el IPGPC utiliza las cifras de consumo total en la economía (el monto total de bienes y servicios adquiridos por personas y organizaciones no lucrativas. En segundo lugar, el IPGPC incorpora a los servicios que el consumidor recibe indirectamente vía terceros (por ejemplo, los seguros médicos cuyo costo corre a cargo de su patrón o del gobierno, así como servicios financieros gratuitos, como el uso de chequeras). En este último caso, destaca que el peso de los servicios médicos en el IPGPC es mucho mayor que en el IPC.

El autor del estudio, un economista de la Reserva Federal, señala que cada uno tiene desventajas y ventajas, aunque al final sugiere que el IPC es mejor. Su jefe claramente piensa lo contrario y nosotros quedamos más confundidos que nunca.

No soy un experto en este tema ni mucho menos, por lo cual tomaría el punto de vista salomónico: utilizaría un promedio de ambos (IPC e IPGPC) como referencia. En el caso de la inflación sin alimentos y energía, estaríamos hablando de una tasa anualizada de 2.3% en lo que va del año; una cifra no muy alarmante por el momento, pero dada su rápida aceleración reciente, bien podría detonar un alza en tasas en los próximos meses. A final de cuentas, no hay que olvidar que la inflación total (con alimentos y energía) ya se acerca al 4% en ese lapso. Si siguen subiendo los precios del petróleo, los demás precios de la economía podrían seguir su paso, aunque en menor medida, detonando un fuerte ciclo alcista en las tasas.

En resumen: me parece que quienes argumentan que la inflación no es un riesgo importante (ver este ejemplo) padecen un exceso de confianza; existe una probabilidad significativa (un 50%) de que en Estados Unidos se presente una sorpresa inflacionaria negativa. En semanas recientes, se ha presentado una baja en las tasas de largo plazo que, a la luz de estas conclusiones, parece prematura. En todo caso, conoceremos la respuesta en unos meses y no cabe duda que grandes fortunas están en juego.

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