Pareciera que los inversionistas que participan en los mercados emergentes han estado leyendo a Kierkegaard últimamente. La angustia existencial es palpable y se manifiesta en caídas cercanas al 20% en dólares en el valor de las acciones durante los últimos dos meses. Sólo que la fuente de los conflictos existenciales no es dios, sino Alan Greenspan.
Cierto, los episodios de alzas en las tasas estadounidenses han estado asociados con crisis en algún país o bloque de países emergentes.
Pero tal como argumento en mi más reciente artículo publicado en El Financiero, el temor es un tanto exagerado. En los últimos años, la deuda externa de los emergentes ha crecido poco en términos absolutos y ha bajado tanto como porcentaje del PIB como de las exportaciones. Asimismo, las reservas externas están en niveles sin precedentes, los flujos financieros que reciben son en su mayoría de largo plazo y muchos países aprovecharon la coyuntura de bajas tasas para refinanciar sus pasivos.
Cierto, hay peligros: el refinanciamiento no llegó a los niveles deseables y hay países con un balance financiero frágil, como Brasil y Turquía, que a su vez tienen un peso muy alto en el universo de emergentes. No obstante, cabe notar que ambos presentan avances.
En resumen: la caída reciente puede representar una interesante oportunidad de compra, aunque hay que ser selectivos y prestar mucha atención a los fundamentales.
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