Ahora que la muerte de Ronald Reagan trae de regreso nuestras memorias sobre la Guerra Fría (por lo menos para quienes somos suficientemente viejos), es fácil olvidar que este conflicto tuvo una importante dimensión económica. Cuando Khrushchev afirmó, en 1961, que la economía soviética pronto rebasaría a la de Estados Unidos, no faltaron quienes le creyeron en Occidente.
Recientemente, se llevó a cabo una conferencia sobre el análisis de la U.R.S.S que preparó la CIA durante la Guerra Fría (los ensayos presentados se puede ver aquí). Uno de los temas incluidos fue la evaluación de la economía de ese país (el ensayo correspondiente está disponible aquí).
Es un tema fascinante. En general, el análisis de la CIA no fue tan malo, considerando los problemas inherentes para evaluar el desempeño de una economía de control (por ejemplo, los precios eran arbitrarios) y las deficiencias de las estadísticas soviéticas. En buena medida, se identificaron correctamente los problemas de planeación y administración de esa economía, así como los dilemas que enfrentaban las autoridades rojas (como dividir el pastel económico entre el consumo, la inversión y el gasto militar tomando en cuenta las restricciones en términos de recursos).
Lo anterior permitió que la CIA, así como el gobierno estadounidense en general, se diera cuenta que las tasas de crecimiento de la producción en la U.R.S.S. empezaron a bajar de forma importante a partir de la década de los años sesenta. Eso logró que la paranoia en torno al potencial económico y militar de la U.R.S.S. se desbordara.
Pero también se presentaron fallas importantes. Por ejemplo, el tamaño de la economía soviética fue sistemáticamente sobreestimado. Todavía hace unos 15 años la CIA estimaba que la economía tenía un tamaño equivalente al 49% de la economía estadounidense, aunque ese nivel había bajado constantemente en los 20 años previos (en 1970, alcanzaba el 56% del PNB estadounidense), como se puede ver en esta gráfica. Hoy sabemos que la realidad era diferente. Según las estimaciones de Angus Maddison, uno de los grandes expertos en este tema, en 1970 el PIB de la URSS apenas alcanzaba el 44% del tamaño de la economía estadounidense, una cifra que para 1990 bajó a 34%. Incluso estos niveles son cuestionables, ya que no son ajustados por la calidad de los productos (infinitamente mayor en EUA).
En defensa de la CIA se puede afirmar que hacer estas comparaciones no era nada sencillo. El problema central era convertir las cifras monetarias en rublos a dólares cuando, por obvias razones, ni el tipo de cambio oficial ni los precios soviéticos eran representativos. No entraré en los considerables detalles técnicos involucrados en estas comparaciones, pero los interesados pueden consultar este sitio. El punto central es que ese tipo de cambio empleado en las estimaciones publicadas era demasiado favorable para la U.R.S.S., lo cual conducía a una sobreestimación de su economía.
Regresando a Reagan, mucho se ha dicho estos días que su gran ascierto fue darse cuenta que la U.R.S.S. era débil en el ámbito económico y que, por tanto, no aguantaría el costo de seguirle el paso a Estados Unidos en una nueva carrera armamentista, ya que eso involucraría una fuerte baja en el estándar de vida soviético.
Sin duda, esa explicación tiene cierta validez, pero también tuvo mucha suerte.
Es un hecho que los líderes soviéticos sabían que se estaban quedando rezagados y que enfrentaban decisiones dolorosas. Su respuesta, particularmente después de que Gorbachev asumió el mando de la U.R.S.S. fue intentar reformar la economía soviética (la famosa perestroyka).
Aunque en este tema el ensayo no es muy claro, al parecer hubo dos grandes problemas: por un lado, se concedió más autonomía a las empresas (todas estatales)y, por el otro, mediante el sistema de planeación central se buscó cambiar las prioridades de producción. En otras palabras, Gorbachov intentó que el elefante bailara y cantara al mismo tiempo, pero el pobre animal fue abrumado y terminó en el piso. Asimismo, tuvo mala suerte: el accidente de Chernobyl, las malas cosechas por factores climatológicos y el terremoto en Armenia en 1988 causaron enormes pérdidas materiales y humanas. Por si fuera poco, redujo el consumo de vodka (lo cual no ayudó a subir los ánimos) y la mayor libertad de expresión (glasnost), en lugar de reducir el descontento, lo aumentó.
En ese sentido, es posible que si la U.R.S.S. hubiera adoptado una política de liberalización gradual al estilo chino, quizá seguiría existiendo. Pero Reagan tuvo la suerte (al igual que todos nosotros)que esa nación buscó transformar lo intransformable en lugar de cambiar de paradigma.
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