The Economist publicó esta semana un artículo sobre la economía informal cuya lectura debe ser obligatoria en países como México.
Aunque no es un tema nuevo, sabemos que es muy importante: según este estudio del Banco Mundial (en PDF), la informalidad abarca aproximadamente el 30% de la actividad económica en México y 41% en América Latina.
Sin embargo, rara vez es considerado un problema prioritario. Cierto, quienes pagamos impuestos nos quejamos que no es justo que la mayoría los evada y lamentamos que informalidad violenta el estado de derecho. Pero al mismo tiempo, existe una amplia tolerancia: al vendedor callejero lo vemos como una persona que simplemente busca ganarse la vida como puede cuando no hay plazas en el sector formal. Consecuentemente, el problema es en buena medida ignorado por la clase política y los medios.
Esto es un error. La informalidad es un cáncer que limita el crecimiento económico, fomenta la desigualdad social y propicia la corrupción, entre otros males.
Este estudio de la consultora McKinsey (requiere registro gratuito) ilustra el daño que causa a las economías.
Las causas de la informalidad son conocidas de todos: altos impuestos, regulación excesiva e ineficiencia burocrática. Evadir estas cargas es rentable, pero hay serias consecuencias, ya que las empresas informales enfrentan límites a su crecimiento y capacidad de invertir, lo cual reduce su productividad. En algunos casos son límites autoimpuestos: entre más grande es una empresa, es más fácil que el gobierno detecte sus prácticas ilegales. En otros, son resultado propio de su condición: al estar fuera de la ley, el sector financiero formal no les puede extender crédito y la misma inseguridad
El estudio ofrece un ejemplo impactante sobre una cadena comercial brasileña que adquirió a un competidor informal. Tras la compra, la productividad laboral de este último aumentó 32%, pero su margen neto de utilidad bajó de 5% a 0.1% por la carga tributaria y el cumplimiento de las obligaciones laborales.
Todo esto concuerda con lo que me ha tocado observar personalmente, pero añadiría un par de puntos. Por su misma situación, los dueños de empresas informales (y hay que notar que la informalidad tiene muchos grados) enfrentan mucha inseguridad. Eso los lleva a exprimir su negocio al máximo para beneficio personal, lo cual limita mucho su capacidad de invertir. Asimismo, suelen ser empresas no muy bien administradas, ya que les cuesta trabajo atraer talento de primera.
Esto crea un círculo vicioso, ya que para solventar su gasto, los gobiernos establecen altas tasas de impuestos para exprimir a las pocas empresas (las grandes y multinacionales) y personas que no pueden evadirlos, lo cual incentiva la informalidad en otros sectores. Al tener costos menores, las empresas informales de baja productividad limitan el crecimiento de las empresas formales, limitando todavía más la base gravable.
Tal como nota McKinsey, la informalidad crea otros problemas. Por ejemplo, los trabajadores informales no tienen acceso a las redes de seguridad social (servicios médicos, pensiones, etc.) ni, en muchos casos, al sistema financiero. Esto profundiza la desigualdad de ingresos y oportunidades.
¿Cómo solucionar este problema? En principio, la receta es sencilla: si se logra ampliar la base tributaria (más empresas e individuos pagan impuestos), se pueden reducir las tasas de impuestos, lo cual a su vez ampliará la base, etc. Todo un círculo virtuoso.
¿Pero por dónde empezar? En principio, aumentar la recaudación en los países en desarrollo es cuestión de mejorar la capacidad de recaudación vía auditorías e investigaciones. McKinsey nota que en el Reino Unido hay 1.6 inspectores fiscales por cada mil habitantes; en Brasil, hay uno por cada 250,000 de habitantes.
Pero la cuestión no es tan sencilla: cobrar impuestos nunca le ayudó a un político ganar elecciones, por lo cual odian apretar las tuercas a los evasores. Al mismo tiempo, los evasores citan la corrupción e ineficiencia gubernamental como motivos para no pagar. De esa forma, un aumento en la capacidad recaudatoria debe ir acompañada por una reducción en la carga regulatoria (en América Latina abrir una empresa es cuestión de meses y mucho dinero), el combate frontal a la corrupción y medidas para mejorar los servicios públicos. En una segunda etapa, también se deben reducir las tasas impositivas.
En otras palabras, no son ciencias ocultas. Irlanda pasó de ser uno de los países más pobres de Europa a uno de los más ricos en menos de 20 años haciendo precisamente esto. ¿Entonces por qué América Latina, con la honorable excepción de Chile, no hace nada? La respuesta está en la política: para los partidos políticos, la informalidad es muy conveniente ya que es un instrumento de control: a los aliados, se les premia ignorando sus evasiones, mientras que los enemigos pueden ser castigados con un mayor escrutinio.
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