Nadie puede acusar a los mexicanos que residen en los EUA de ser poco generosos. El año pasado enviaron 14 mil millones de dólares a sus familiares en México, una cifra que ha crecido por factores como mejor medición, menores costos de envío y mayor migración.
En un sentido inmediato, es una buena noticia. De acuerdo a este estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, cerca del 18% de la población adulta del país (más o menos 11 millones de personas) recibe remesas de familiares radicados en Estados Unidos. El total por persona asciende a unos 1,300 dólares al año, una suma considerable, ya que representa más o menos el 20% del ingreso nacional por habitante. Como era de esperarse, la gran mayoría considera que ese dinero mejora su vida.
Al igual que todos, he aplaudido las iniciativas del gobierno federal para reconocer a los emigrantes, facilitar y abaratar el costo de los envíos y, en general, promover su legalización. Sin embargo, con cada día que pasa estoy más convencido que el gran número de emigrantes y el dinero que envían está causando un enorme daño al país.
Hay varios argumentos en este sentido. El más directo, pero menos cuantificable, es el daño social que causa la emigración: comunidades rurales abandonadas, familias rotas, etc.
Pero eso sólo es el comienzo. Algo que los medios ignoran (no sé si es intencional) es que la emigración no beneficia a los segmentos más pobres. El estudio del BID muestra que las familias que reciben remesas tienen un nivel de ingreso y de educación ligeramente mayor al promedio de la población.
La propia Encuesta de Ingreso Gasto de los Hogares del 2002 corrobora esto. Aunque las magnitudes incluídas ahí no corresponden a otras fuentes (básicamente implican un nivel de remesas de 4 mil millones de dólares al año), ofrece una idea de la distribución de las remesas. Por ejemplo, el 10% del total de los hogares (decil) con menor ingreso recibe el 2.2% de su ingreso total por este concepto y dentro de ese grupo el 5.5% recibe remesas. Pero entre el decil de hogares que ocupa el sexto lugar en términos de ingreso (es decir, el 50% de los hogares tiene menor ingreso que ese grupo), el 7% recibe remesas y éstas representan el 2.8% de su ingreso total.
En otras palabras, las remesas benefician más a los hogares de ingreso medio o medio-bajo que a los hogares más pobres, tanto en términos relativos como absolutos.
El propio uso de esos fondos es ilustrativo. De acuerdo al estudio del BID, el 82% se destina a gastos corrientes e incluso a "lujos". El 11% se ahorra o se invierte en un negocio, mientras que el 7% se asigna a la educación. En otras palabras, las remesas no son promordialmente empleadas para invertir en un futuro mejor.
Al mismo tiempo, siguiendo un argumento de Grey Newman, un economista de Morgan Stanley, el copioso volumen de remesas, junto con los altos ingresos petroleros y la cuantiosa inversión extranjera, tienen la distinción de ser dinero por el cual el país trabaja poco o nada (no hay que olvidar que la IED que capta México se debe en buena parte a su posición geográfica). Este dinero "fácil" le ha permitido a los políticos mantener la estabilidad macroeconómica a pesar de que no han instrumentado las reformas que el país requiere en materia fiscal, energética, laboral, etc. Puesto de otra forma, las remesas ayudan a mantener un status quo que es, como todos sabemos, insostenible a la larga. Al mismo tiempo, la emigración masiva lleva a que muchas de las personas que están más conscientes sobre los problemas nacionales y que podrían promover el cambio queden excluidas por default de participar en la vida política del país.
Esto no quiere decir que la insistencia de Vicente Fox para mejorar la condición de los emigrantes esté mal. Sin embargo, comete un error al asignarle tal importancia a una estrategia que es, a la larga, escapista y que no está exenta de riesgos (no se puede descartar que en algún momento Estados Unidos actúe para combatir a los trabajadores ilegales, aunque hoy día es una posibilidad remota).
Los migrantes no son ni héroes ni villanos ni son la solución a los problemas del país. Es hora que hablemos claro sobre este tema, reconociendo que la migración no es deseable y que hay que trabajar, indirectamente a través de las reformas requeridas, para detenerla.
martes, febrero 03, 2004
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