A casi cinco siglos de la Reforma y a más de tres siglos y medio del fin de las guerras religiosas en Europa, resulta increíble que en Francia se esté contemplando prohibir todos los símbolos religiosos en las escuelas. Claro, la prohibición sugerida por el presidente Chirac tiene dedicatoria a las niñas musulmanas que se cubren la cabeza, aunque en principio también afecta a cristianos y judios.
Es una barbaridad y un atentado contra la libre expresión. Como agnóstico devoto, yo estoy totalmente de acuerdo en que la instrucción religiosa quede excluida de la educación pública. Pero incluso en esos espacios las personas deben tener el derecho a vestirse como quieran.
Es triste que todavía en Occidente sea difícil la convivencia entre las esferas religiosas y públicas. México no está exento. Nuestras leyes, aunque han sido liberalizadas, todavía imponen fuertes restricciones a la expresión religiosa (por ejemplo, en los medios). Es hora que las personas sean tratadas como adultos capaces de tomar sus propias decisiones. Si la Iglesia Católica quiere decirle a sus feligreses que no voten por un candidato porque apoya el aborto, debería tener el derecho a hacerlo, ya que a final de cuentas son los individuos, en su intimidad, quienes deciden cómo votar.
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