sábado, diciembre 13, 2003

La desigualdad regional

Los mexicanos sabemos que éste es un país de contrastes. Pero de cualquier forma las cifras nunca dejan de ser impactantes. Si nos muestran las cifras del ingreso por habitante de los estados del sur y después las que corresponden a los estados del norte, da la impresión de que se trata de dos países.

Tomando como referencia el PIB nominal por trabajador en el año 2000, una medida más precisa ya que elimina las diferencias demográficas, los estados fronterizos tienen un nivel promedio de 204 mil pesos por trabajador, mientras que los estados más pobres del sur (Chiapas, Oaxaca y Guerrero) presentan un promedio de 80 mil pesos (el promedio nacional es de 154 mil pesos por trabajador). Incluso el nivel de los estados sureños es engañosamente algo, ya que si eliminamos a los sectores como electricidad y minería, cuya producción es alta en el sur pero que son recursos que no se quedan ahí, el diferencial sería todavía mayor. Lamentablemente, no tengo datos a la mano para ver las tendencias a largo plazo.

¿Por qué una diferencia tan alta? Hay dos factores importantes. En primer lugar, la productividad en los principales sectores de la economía de los estados sureños es baja. Por ejemplo, el PIB agropecuario por trabajador en Chiapas y Oaxaca es menor a 20 mil pesos, mientras que el promedio nacional es de 38 mil pesos y en algunos estados norteños sobrepasa los 100 pesos. En el caso de la industria manufacturera, la productividad laboral en el sur varía de 50 a 90 mil pesos, mientras que en el norte varía entre 130 y 200 mil pesos. Estas diferencias se mantienen en casi todos los sectores.

La baja productividad del sur se puede explicar en buena medida por la falta de inversión, tanto en infraestructura como capital humano, que a su vez impide atraer inversión para elevar la productividad en las industrias. De hecho, si Chiapas y Oaxaca tuvieran el mismo nivel de productividad laboral que el promedio del país en todas sus industrias, su nivel de ingreso por trabajador subiría de un 45% del promedio nacional a casi 70%.

Eso nos lleva al segundo factor. Además de tener un nivel de productividad bajo en sus industrias, su fuerza laboral está concentrada en los sectores donde la productividad relativa es muy reducida. Por ejemplo, la productividad laboral en el sector agropecuario de Chiapas y Oaxaca representa el 40% y 50%, respectivamente, del promedio nacional, el cual es bajo, ya que este es el sector nacional de menor nivel de productividad (menos de una tercera parte de la productividad laboral total). Pero si bien sólo el 17% de la fuerza laboral trabaja en ese sector a escala nacional, dicha proporción sube a más de 40% en Chiapas y Oaxaca. En los estados del norte, menos del 10% de la fuerza laboral trabaja en el campo.

Otro problema de los estados sureños es la geografía. La apertura comercial del país ofrece una ventaja a los estados del norte por su proximidad al mercado estadounidense. Obviamente, este problema no se puede solucionar, pero ofrece otro motivo para favorecer más la inversión en esta parte del país.

Obviamente, el gobierno debe ser el actor principal para remediar estos problemas. Hasta cierto punto, las transferencias a los gobiernos estatales reflejan la necesidad de favorecer al sur, que reciben más qu elos del norte. No obstante, el gasto sólo es parte del problema. Los estados del sur son mucho más perjudicados por los defectos del marco legal y las políticas públicas, como la baja calidad en la educación y las excesivas obligaciones impuestas a los patrones. Además, el centralismo y la falta de una reforma energética lastima más a estos estados, que son los principales generadores de electricidad e hidrocarburos, que a los demás.


En resumen, la falta de avances en las reformas está perpetuando la gravísima desigualdad regional del país. Es una verdadera lástima que este punto ni se mencione en el debate público ni le interese mucho incluso a los gobernadores de esos estados.

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