Los analistas la pronostican. Los inversionistas basan sus decisiones en ella. La gerencia de las empresas busca que crezca de forma constante y estable. ¿De qué hablo? De la medida financiera más escrutinada de todas: la utilidad neta.
Es una obsesión que no entiendo. Todo inversionista serio sabe que la variable más importante, la que determina el valor de una empresa, es su flujo de efectivo operativo (es decir, el dinero que la empresa gana antes de sus inversiones de capital y el pago de pasivos financieros). En principio, debería ser muy similar a la utilidad neta. Pero en la práctica hay grandes discrepancias que, en algunos casos, pueden ser enormes.
Por ejemplo, hoy nos enteramos que AT&T registró una pérdida de 7.1 mil millones de dólares en el tercer trimestre de este año (hace unos días comenté sobre los problemas de esta empresa). Suena como si la empresa estuviera perdiendo hasta la camisa. Pero si uno revisa las cuentas con cuidado, encontrará que en la práctica generó 1.5 mil millones de dólares en efectivo por sus operaciones.
¿Por qué la diferencia? Sin entrar a los complicados detalles contables por el momento, la clave es entender que el proceso para calcular la utilidad neta es, en esencia, un método orientado a determinar el pago de impuestos sobre la renta. Como todos sabemos, las reglas para determinar qué gastos puede deducir una empresa son determinadas a final de cuentas por los políticos y no por la necesidad de presentar cuentas que muestren con todo rigor y lógica la verdadera situación financiera de la empresa. En cambio, el flujo de efectivo derivado de las operaciones es una medida muy objetiva de cuánto realmente gana la empresa.
Regresando al caso de AT&T, la enorme discrepancia en las medidas obedece en gran medida a que la empresa asumió un "cargo" por la pérdida de valor de sus activos. En castellano, esto implica que considera que una parte de sus activos (en este caso su red de telecomunicaciones) vale mucho menos de lo que tiene registrado en sus libros porque estos activos van a generar en el futuro mucho menos dinero. Esta información es útil, pero hay que tomar en cuenta que no implica una salida de dinero ni hoy ni mañana, sino una evaluación inevitablemente subjetiva cuánto dinero ya no generarán esos activos.
Más que hacer una crítica al sistema contable estadounidense, que si bien tiene sus deficiencias en lo general proporciona buena parte de la información que necesitan los analistas e inversionistas, a lo que quiero llegar es que es totalmente irracional dar tanta importancia a un indicador que no cumple con la función de decirnos cuánto dinero realmente está generando una empresa. En la práctica, hay que fijarse tanto en la utilidad neta (y todos los datos utilizados para calcularla) como en el flujo de efectivo operativo. Pero ni la prensa ni los analistas toman en cuenta esta última. Si bien esto no afecta a los que entienden bien estos asuntos, sí puede llevar a conclusiones equivocadas en muchos casos.
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