Hace un par de días encontré esta interesante nota de Adam Crouch, en Mahalanobis, que comenta los resultados de un estudio (pdf) elaborado por Proudfoot Consulting, un despacho de consultoría. En esencia, Crouch argumenta que este estudio muestra que una de las causas más importantes por la cual la productividad laboral en Europa es más baja que en Estados Unidos es porque las empresas europeas son administradas de forma menos eficiente.
Es una conclusión totalmente erronea y les voy a decir por qué (advertencia: se requiere paciencia).
En primer lugar, hay que saber con precisión de qué estamos hablando. La forma más común de medir la productividad es tomar el PIB y dividirlo por la población (PIB por habitante). Bajo este criterio, el PIB por habitante en la Unión Europea (antes de su reciente expansión) se ubica 29% por debajo del nivel estadounidense. Pero esta medida no es adecuada. Como todos sabemos, el porcentaje de la población que trabaja es menor en Europa que en Estados Unidos por toda clase de razones. Lo mismo aplica para el número de horas por trabajador. Si eliminamos estos factores, resulta que la productividad, medida como PIB por hora trabajada es sólo 8% menor en Europa que en EUA. Estos datos los tomo del mismo estudio de Proudfoot.
En otras palabras, la diferencia se reduce dramáticamente bajo estre criterio. De hecho, algunos países como Francia, Alemania y Bélgica tienen una mayor productividad laboral que EUA. Además, hay que tomar en cuenta que hay diferencias en la forma de medir el PIB entre EUA y Europa, las cuales tienden a subestimar el nivel de producción en Europa (o sobreestimarlo en EUA, dependiendo del punto de vista). Por tanto, me atrevería a afirmar que la productividad, medida como PIB por hora trabajada, es prácticamente idéntica en ambos. También agregaría que no hay diferencias significativas en el crecimiento de la productividad laboral.
Dicho esto, pasemos al estudio. En esencia, lo que mide es la eficiencia con la que las empresas de diversos países y sectores emplean a sus recursos humanos. Esto implica que los consultores se pasaron muchas horas observando los procesos productivos para identificar cuánto tiempo se dedicaba de forma productiva y cuánto se desperdiciaba. En principio, Proudfoot señala que un nivel de eficiencia de 85% es alcanzable, pero en la práctica alcanza sólo 62% en una muestra de 9 países (incluyendo Francia, Alemania, EUA y Reino Unido).
Según ellos, el nivel de eficiencia varía entre los países, pero la verdad no mucho. Si bien EUA ocupa el primer lugar, con 64% de eficiencia, ese nivel es prácticamente idéntico al observado en Alemania y Reino Unido, mientras que Francia queda un poco por abajo, con 60%.
¿Qué quieren decir estas cifras? Por lo que entiendo, básicamente implican el grado en que las empresas aprovechan sus recursos humanos, dejando a un lado o tomando como fijos factores como el nivel de capital disponible por trabajador, tecnología, grado de educación de la fuerza laboral, etc.
Esto nos ayuda a entender algunos resultados que parecen no tener sentido. Por ejemplo, según el estudio Sudáfrica tiene un grado de eficiencia (61%) mayor al de Francia (60%). Pero no hay que olvidar que en Sudáfrica los trabajadores son mucho menos educados y tienen menor capital (maquinaria, instrumentos de trabajo, computadoras, etc.) que en Francia. En todo caso, lo más notable es que las diferencias en la eficiencia son muy bajos alrededor del mundo, lo cual es lógico porque las empresas tienen incentivos para ser lo más eficiente posibles dados los recursos con que cuentan.
Esto nos muestra por qué este grado de eficiencia no tiene mucha relación con la productividad macro (PIB por hora trabajada). Por ejemplo, incluso si en Bangladesh las empresas fueran increíblemente eficientes (digamos, con un 85% de eficiencia), seguiría siendo un país muy pobre por factores como el capital, físico y humano, disponible.
Pero no puedo terminar sin antes señalar que las cifras del estudio son poco útiles por problemas metodológicos.
Mi primer objeción es que las cifras nacionales dependen en buena medida de la estructura productiva. Un ejemplo aclarará esto. Imaginemos que en Francia y EUA hay sólo dos industrias, A y B, y que en Francia la eficiencia es mayor que en EUA en ambas (en Francia, la eficiencia de A es 50% y la de B 70%, mientras que en EUA es de 45% para A y 65% para B). Pero si en EUA la industria B tiene un peso mucho mayor en la producción que en Francia, entonces la cifra agregada mostrará que EUA es más eficiente en general. El estudio no ofrece los datos relevantes por industria y país ni ajusta los resultados por esas variaciones en la estructura industrial.
Más allá de este punto, las cifras se basan en 100 proyectos de consultoría en 9 países (11 por país), lo cual no es ni remotamente cercano a una muestra representativa, por lo cual generalizar las cifras a escala nacional carece de total validez estadística. Puesto de otra forma, el márgen de error es tan grande que impide cualquier comparación seria entre cifras nacionales.
Y por último: nunca hay que confiar en los consultores. Para complementar las (muy dudosas) cifras de eficiencia, muestran los resultados de una encuesta a ejecutivos en esos países, en donde supuestamente se identifican las fuentes de la ineficiencia en las empresas. Las dos más notorias: falta de planeación y control administrativo, junto con supervisión inadecuada. ¿Y quién ayudará a las empresas a combatir estos problemas? No hay premios por adivinar: los mismos consultores (Proudfoot). En otras palabras, tienen todo el interés de mostrar que las empresas son muy ineficientes (por lo cual se justifica contratar consultores) y que los ejecutivos pueden cambiar esto con mejores prácticas (que los consultores les enseñarán). El conflicto de interés es tan grande que por sí mismo es suficiente para invalidar las conclusiones del estudio.
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