En los últimos tres años, el precio promedio de las materias primas subió cerca de 60% en dólares. En general, esto es una receta para que las monedas de los países productores presenten una fuerte apreciación. ¿Y qué ha sucedido? Sorprendentemente, no mucho. Claro, hay casos como el de Nueva Zelanda, cuyo dólar registra una apreciación superior al 50% en ese lapso. Pero en la mayoría de los casos, las alzas cambiarias han sido bastante modestas (tomando sólo en cuenta países grandes con mercados financieros más o menos desarrollados).
Incluso hay casos, como el de México y Brasil, donde en ese lapso se presentó una apreciación. La causa es sencilla: en México la balanza comercial de productos primarios presenta un superávit menor al 1% del PIB y en Brasil no es mucho mayor.
En otros casos, como el de Rusia, donde ese sector tiene un peso económico mucho mayor, la falta de una apreciación significativa obedece a una estrategia conciente para evitarla, vía la esterilización de la entrada de divisas, que se refleja en un aumento importante (150% en 3 años) de sus reservas internacionales. La lógica en estos casos es que una apreciación cambiaria perjudica a la industria del país (la llamada "enfermedad holandesa"), aunque ciertamente beneficia a los consumidores. ¿Vale la pena esta clase de intervención? Quizá sí: a diferencia del sector extractivo, la industria es una fuente inagotable de ganancias en productividad, con importantes beneficios dinámicos para toda la economía.
En fin. Si les interesa el tema, aquí está mi artículo más reciente.
martes, octubre 19, 2004
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