En los últimos cuatro años la economía mexicana no se ha caracterizado por su dinamismo, ya que acumuló un crecimiento real de sólo 6.9% entre el 2o trimestre de 2000 y el mismo periodo de 2004. No obstante, hay algunos sectores que presentan buenas cifras: los servicios financieros y los de comunicaciones crecieron 19% cada uno (increíblemente, aportaron el 70% del aumento en el PIB total en este periodo pese a tener un peso inicial en la producción menor a 25%). Pero lo más sorprendente es que el sector que ocupó el tercer lugar fue el agropecuario, cuya producción subió 17% en este lapso.
¿No se suponía que el campo está en crisis? El mismísimo Andrés Manuel López, en su propuesta de proyecto de nación de 20 puntos, presentada el domingo ante unas 300 mil personas, incluyó al "rescate del campo" como uno de los puntos prioritarios. En la ciudad de México, no pasa semana sin que se presente alguna manifestación de "campesinos".
¿Entonces que pasa? De entrada, estoy bastante seguro que las cifras de producción no están distorsionadas. Además, los precios de los productos agrícolas han subido en los últimos años y el clima ha sido relativamente favorable. En ese sentido, la situación del campo ha mejorado sin duda.
Pero los problemas del sector son profundos. La mayoría de los campesinos mexicanos tienen un ingreso bastante bajo: la agricultura ocupa al 20% de la fuerza laboral y genera sólo el 5% del PIB. Esto implica que la productividad laboral del campo sólo alcanza el 25% del promedio. Esto es tan cierto hoy como lo era hace 40 años. En ese sentido, no hay "crisis"; simplemente persisten los rezagos. Aunque las cifras citadas muestran cierta convergencia, lo que realmente se requiere es una salida masiva de campesinos a otras actividades productivas, algo que las leyes feudales de México (la mayoría de la tierra productiva es propiedad del estado y distribuida a través de entidades colectivistas llamadas ejidos) dificultan en extremo (vender la tierra es difícil y la falta de propiedad privada impide el flujo de crédito).
De hecho, el buen desempeño de la producción agrícula es gratamente sorprendente: el sector crece pese a todos los obstáculos. Pero a final de cuentas la producción no es el problema, más bien, es el exceso de personas dedicadas a esta actividad que, debido a toda clase de factores (bajo nivel educativo en el campo, además de los ya citados), no pueden abandonarla (salvo emigrando a EUA).
Claro, ningún político mexicano u organización campesina busca una solución estructural de este tipo. Sus remedios consisten en cerrar la frontera a las importaciones (elevando el precio de los alimentos para todos, empezando por los campesinos sin tierra), aumentar el monto de créditos blandos (es decir, que nucna serán pagados) y subsidios directos.
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