En cuestión de días o semanas, Google, la famosa herramienta de búsqueda en Internet, colocará por primera vez sus acciones en bolsa. Lo sorprendente es que el proceso de colocación será muy diferente al usual: se llevará a cabo mediante una subasta en la que (casi) cualquier persona puede participar (para entrarle, hay que inscribirse aquí). A pesar de que es un método más equitativo y eficiente, en días pasados se han presentado varias críticas hacia él.
Para entender las críticas, primero vale la pena recordar cómo suelen funcionar las colocaciones. En primer lugar, la empresa en cuestión designa a un banco de inversión (o un grupo de ellos) como agentes. Estos bancos asignan un precio a las acciones que garantiza que todos los títulos serán adquiridos. Suena perfectamente legítimo, pero en la práctica no es así. Los precios de las ofertas públicas suelen fijarse por debajo del valor real de mercado. Esto equivale a "garantizar" un rendimiento positivo para los clientes de los bancos que adquieren esas acciones. Claro, este favor tiene su costo: los clientes reciben acciones de colocaciones a cambio de conceder más negocios (colocaciones, corretaje, administración de fondos) a los propios bancos colocadores.
La parte perdedora es la empresa que vende sus acciones. Recibe menos dinero del que podría obtener. Además, también pierden todos los inversionistas interesados en comprar acciones, pero que no tienen las conexiones, el poder o la riqueza exigida por los bancos de inversión.
Todos están de acuerdo que no es un buen sistema. Tampoco discuten que el sistema de subastas fijará un precio para las acciones mucho más acorde con el valor de mercado de la empresa. A pesar de todo esto, hay quienes critican la decisión de Google.
Este artículo de Henry Blodget es un buen ejemplo. En esencia, tiene tres argumentos en contra del método de la subasta:
1) En la subasta participarán muchos inversionistas individuales que probablemente no tengan los elementos ni el conocimiento para asignar un valor realista a las acciones de Google, por lo cual es probable que sus posturas sean demasiado altas.
2) Al ser mayor el precio de colocación que el valor real de la empresa (el cual de por sí es muy incierto), las acciones muy probablemente presentarán bajas posteriores. Contrasta esto de manera desfavorable con el viejo sistema que garantizaba alzas instantaneas y concluye que entrarle a la subasta de Google es igual que apostar.
3) Debido a la probable discrepancia entre el precio inicial y el valor de mercado que se presentará posteriormente, es mejor no participar en la subasta.
Estos argumentos son irrelevante. Uno debe invertir en acciones de una impresa sólo si considera que su valor real es mayor al precio actual. Determinar el valor real implica llevar a cabo un ejercicio serio de análisis de las finanzas, las perspectivas de crecimiento, la estrategia de la firma, etc. No es algo que cualquiera puede hacer, eso es cierto, y quienes no tienen la capacidad de hacerlo o la confianza en sus números deben abstenerse de entrarle a este tipo de actividades.
En ese sentido, uno debe hacer una postura congruente con el análisis. Si el precio final resulta ser mayor al que uno está dispuesto a ofrecer, en realidad no pierde nada: lo más probable, si el análisis fue bueno, es que la acción baje de valor posteriormente. Una vez que disminuya su precio, se puede evaluar la conveniencia de comprar. En cambio, si el precio es inferior a la postura, entonces uno adquiere un título con buenas posibilidades de apreciación. Por tanto, la clave es llevar a cabo un buen análisis, algo que no tiene nada que ver con apostar.
Todo esto requiere una perspectiva de largo plazo, la cual es la única apropiada para invertir en acciones por la volatilidad inherente de los mercados. Es patético que Blodget lamente los días en que unos cuántos privilegiados invertían en ofertas porque garantizaban una ganancia rápida.
Por último, cabe recordar que las viejas prácticas eran fatales tanto para los inversionistas serios como para las mismas empresas. En la medida en que éstas no recibían todo el dinero que podían haber obtenido, que era requerido para financiar sus operaciones y su crecimiento (algo particularmente importante en empresas deficitarias como Google), sus perspectivas de sobrevivir y prosperar se disminuían intencionalmente en aras de las ganancias de corto plazo. En ese sentido, una subasta es un método muy superior para todos.
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