Ayer escribí exténsamente sobre la trayectoria de crecimiento de México en los dos siglos previos, como precisión a un interesante artículo publicado por Tyler Cowen en Marginal Revolution. La conclusión es que durante el siglo XX México no se acercó, en términos relativos, al ingreso por habitante de Estados Unidos.
Una hipótesis que maneja Cowen es que México debió crecer más (¡gracias Tyler!), en parte porque históricamente ha tenido un gobierno bastante pequeño (aunque él mismo admite que muy ineficiente).
Yo estoy de acuerdo en un punto: el rezago de México se puede atribuir al estado. Sin embargo, Cowen comete un error grande al pensar que el estado mexicano no influye mucho en la economía.
Cierto, en términos de gasto (menos de 25% del PIB), el gobierno mexicano, en todos sus niveles, tiene un peso menor en la economía que sus contrapartes en países de similar grado de desarrollo o en los países ricos. No obstante, el gasto es sólo una de las diversas formas mediante las cuales el estado ejerce su control. De entrada, se me ocurren varias otras.
1. Marco legal: Si bien no es culpa directa de los gobiernos, la propia constitución mexicana reserva el sector energético al estado y mantiene como siervos a los campesinos mediante la propiedad estatal y colectiva de la mayor parte de la tierra. Además, impone fuertes rigideces laborales. Ningún gobernante mexicano ha tenido la valentía de buscar cambiar de forma significativa esta situación.
2. Regulación: Aunque la situación ha mejorado, México es un país absurdamente sobreregulado. En industrias como las telecomunicaciones o las finanzas, impide una verdadera competencia al mantener fuertes barreras a la entrada. En el ámbito micro, abrir una empresa sigue siendo un trámite que dura meses y cuyo costo supera al salario anual promedio.
3. Servicios públicos: En las décadas después de la Segunda Guerra Mundial, después de 30 años de guerra interna, el estado empezó a ofrecer un mínimo de servicios públicos (salud, educación, infraestructura). Eso detonó el fuerte crecimiento observado en esos años. Pero no hemos avanzado mucho desde entonces. El sistema educativo produce legiones de jóvenes semi-alfabetas, buena parte de la infraestructura energética es obsoleta y los caminos dejan mucho que desear. Y claro: el sistema de justicia es totalmente disfuncional y los mexicanos nos sentimos cada vez más inseguros.
4. Nexo entre políticos y empresas: En los 70 años que gobernó el PRI exisitió un pacto entre la clase empresarial y el gobierno. El partido permitió que un puñado de empresarios tuvieran control absoluto o casi absoluto (mediante cárteles) de diversas industrias por medio de la cerrazón a las importaciones, permisos especiales y concesiones. A cambio, éstos proporcionarían apoyo financiero y político. Como resultado, la economía mexicana llegó a estar dominada por sus múltiples oligopolios. La apertura comercial de los años ochenta mejoró la situación, pero muchos sectores siguen manifestando un alto grado de concentración (cemento, medios, transporte aéreo, etc.). Dichos oligopolios siguen siendo protegidos toda la clase política (una de las pocas cosas que tienen en común la izquierda y la derecha).
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