Dicen que quienes no conocen la historia están condenados a repetirla. Algo similar debería aplicarse a los pronósticos. Tal como argumenté hace un tiempo, el hecho que rara vez o nunca revisamos el desempeño de los pronósticos nos condena a repetir los mismos errores y sesgos. Eso implica ver quién la atinó, quién falló y por qué.
Esto a propósito del costo de la guerra de Irak. William Nordhaus, un respetado economista de Yale, publicó un estudio en diciembre de 2002 donde asignaba costos a diversos escenarios. Señaló que si se presentaba un escenario desfavorable (tal como sucedió en la práctica), el costo de la guerra para Estados Unidos sumaría 1.6 billones de dólares en la década posterior al incio del conflicto.
Como señalé en su momento, fue un trabajo serio y convincente. Vía Mark Thoma, me entero que la Oficina de Presupuesto del Congreo de Estados Unidos publicó un estudio donde afirma que el costo de las guerras en Irak y Afganistán, a casi seis y cuatro y medio años desde su inicio, respectivamete, ya suma 600 mil millones de dólares. En los próximos diez años bien podría acumular otro billón de dólares. En otras palabras, los números de Nordhaus resultaron ser bastante atinados.
Claro, en su momento casi nadie prestó atención a ellos. Obviamente, la administración de George W. Bush manejaba números mucho más alegres, citados constantemente en los medios. Tragicómicamente, Lawrence Lindsey, un asesor económico de Bush, afirmó en 2002 que la guerra costaría entre 100 y 200 mil millones de dólares. La administración rápidamente afirmó que eran números muy exagerados y Lindsey pronto fue despedido. Obviamente, Bush tenía todo el interés en minimizar el costo para reducir la oposición a su política bélica.
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