Hace seis años, por estas fechas discutía con amigos sobre la integración del gabinete del recién electo (en ese entonces) Vicente Fox. Muchos expresaron su complascencia por que Francisco Gil fue colocado en Hacienda. Les pregunté por qué. Me contestaron que porque era un funcionario técnicamente capaz y ere conocido y reconocido por los grandes inversionistas internacionales.
Repondí que todo lo que decían era cierto. Pero al mismo tiempo señalé que era un error terrible tener un funcionario con el perfil de Gil: un tecnócrata con cero talento político. Argumentaba que lo más importante ya no era tranquilizar a los mercados o manejar bien la macroeconomía; eso ya se había logrado en buena medida. El reto era reformar radicalmente el sistema fiscal y eso implicaba duras negociaciones políticas, para las cuales Paco Gil era la persona menos indicada (algo que él mismo terminó aceptando). En resumen, el secretario de Hacienda debe ser un político, aunque apoyado por un buen equipo técnico.
Y así sucedió. El manejo técnico de la parte macro fue relativamente bueno, sobre todo en el ámbito de la deuda pública, pero no se logró la aprobación de una sola reforma.
Adelantando la cinta seis años, Felipe Calderón, el presidente electo, presenta los integrantes de su equipo de transición que muy probablemente terminarán en el gabinete. Destaca el hecho que Agustín Carstens, un alto funcionario del FMI, acepta la coordinación del área económica, garantizando prácticamente que será el próximo secretario de Hacienda.
Y, disculpenme por adelantado, pero me lleva la chingada. Carstens tiene exáctamente el mismo perfil que Gil Díaz, es decir, un economista ortodoxo que siempre ha trabajado en cuestiones técnicas. Vaya, seguramente es economista brillante y un funcionario muy capaz. Incluso me dicen que es muy buena persona. Pero francamente no veo que pueda negociar de manera eficaz con el Congreso en el entorno nacional actual.
Carstens, al igual que Gil, podría ser un magnífico subsecretario de Hacienda. Pero Calderón está cometiendo, otra vez, el mismo error garrafal de Fox (y Zedillo) de no meter alguien con un perfil político ahí. Vaya, aunque Carstens no encabece las negociaciones de las reformas importantes por definición va a tener un papel relevante en ellas. Y su perfil garantiza el fracaso.
No sé por qué en México nos fascina tener gabinetes llenos de tecnócratas con doctorados. Quizá para impresionar a los extranjeros. Sí, esos mismos extranjeros que jamás en la vida designan a personas con ese pefil para encabezar negociaciones políticas delicadas. Y que obtienen resulados, a diferencia de los tecnócratas mexicanos con todas sus impresionantes credenciales académicas.
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