¿Qué tienen en común los terroristas islámicos con los líderes sindicales? Que ambos utilizan tácticas extremadamente dañinas para alcanzar objetivos socialmente contraproducentes. En el plano moral es obvio que no se pueden comparar los carniceros musulmanes con organizaciones que buscan --mal que bien--defender los intereses de los trabajadores. Pero es un hecho que comparten un grado de irracionalidad un tanto incomprensible.
Ejemplos abundan. En Estados Unidos, US Airways entró (otra vez) en bancarrota al no poder llegar a acuerdos de recortes de gastos con sus sindicatos, una historia común en esa industria. En Alemania, los sindicatos luchan contra reformar las reglas y prácticas laborales que son responsables, en buena medida, del estancamiento económico de ese país. En México, el sindicato del IMSS (instituto de seguridad social para trabajadores del sector privado) se opone a modestas reformas al absurdamente generoso régimen de pensiones que amenaza con hundir a esa institución.
La intransigencia de los sindicatos se explica en parte por el deseo de conservar los beneficios ganados por sus miembros a lo largo de décadas, aunque éstos no sean sostenibles y dañen a otros (más numerosos) grupos sociales. No es agradable, pero se entiende. El problema es que no se trata de una defensa inteligente: los cambios en cuestión son inevitables y lo único que sucederá es que los sindicatos terminarán perdiendo agremiados e influencia a largo plazo (una tendencia que en Estados Unidos e incluso Europa lleva décadas).
La verdad es que no sé si la irracionalidad sindical se explica porque los líderes siguen empapados en la ideología de confrontación por sí misma (concesión=derrota), por simple mala leche con los administradores u otros factores políticos. La pregunta relevante, a mi parecer, es si los sindicatos todavía tienen razón de ser hoy día.
Muchos argumentan que no la hay. Con cierta razón, apuntan a que los sindicatos terminan causando enormes daños a la productividad al forzar a empresas y gobiernos a tener una cantidad excesiva de trabajadores, al resistir prácticas laborales flexibles, etc.
Si bien acepto lo anterior, no estoy convencido. Creo que los sindicatos deben emprender una transformación radical que cambiará totalmente su misión y sus funciones, pero a final de cuentas son necesarios por motivos que incluiré en mi siguiente nota.
jueves, septiembre 16, 2004
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