jueves, abril 28, 2005

Salinas Pliego escupe pa'rriba (otra vez)

Ayer, Ricardo Salinas Pliego, el accionista controlador de TV Azteca (la segunda cadena de México) y niño malo del mundo empresarial mexicano, acusó a funcionarios de la Secretaría de Hacienda (SHCP) de amenazar a dicha televisora para evitar la transmisión de un reportaje sobre las irregularidades del rescate bancario en los años noventa.

No ví dicho reportaje, pero todo apunta a que simplemente se repitieron las acusaciones que llevan años en el aire (las mismas que Andrés Manuel López Obrador repite incesamentemnte, que no implica que sean falsas). En ese sentido, es ilógico que la SHCP haya buscado suprimir el programa. Además, su titular, Francisco Gil, sólo tuvo un papel muy secundario en el rescate bancario de la década pasada.

Lógicamente, la SHCP negó las acusaciones y reviró que Salinas Pliego y sus secuaciones tenían mucha cola que pisar por el caso Unefon (ver aquí mi opinión sobre el mismo), además de acusarlos de entorpecer las investigaciones correpondientes. Cabe notar que no es la primera vez que Salinas Pliego utiliza a TV Azteca para promover sus intereses políticos.

El consenso, que comparto, afirma que las acusaciones de Salinas Pliego son un medio de presión para que las autoridades mexicanas no lo sancionen por el caso Unefon. Por lo visto, y con toda justicia, falló. Hoy mismo las autoridades presentaron cargos formales de abuso de información privilegiada contra él y sus colaboradores. Además, todavía le falta enfrentar a la justicia estadounidense (cuyo caso contra Salinas Pliego se resume aquí).

Salinas Pliego es todo un misterio. Sin duda, es un hombre de negocios con mucho talento: Elektra, otra empresa suya, ha tenido un enorme desarrollo bajo su tutela e incluso TV Azteca es un buen negocio. Pero tiene tendencias autodestructivas inexplicables.

Para financiar a Unefón, su empresa de telecomunicaciones, forzó a los accionistas de TV Azteca a hacer aportaciones. En el caso actual, aprovechó información privilegiada para hacer una enorme ganancia en la compra y venta de la deuda de Unefon sin dar aviso a los accionistas de TV Azteca (que tienen la mitad de esa empresa) y de Unefon. A la larga, estas torpezas le costarán muy caro: simplemente, las acciones de las empresas que controla cotizarán a un precio menor del que tendrían si Salinas Pliego tuviera una buena reputación. Por lo pronto, hoy las acciones de TV Azteca cayeron casi 4%.

Además, cuando te agarran con las manos en la masa, no tiene mucho sentido declarar la inocencia y atacar a los acusadores, tal como ha hecho Salinas. Más bien, lo sensato es negociar. Vaya tipo.

miércoles, abril 27, 2005

Rockonomía

Alan Krueger y Marie Connelly, dos economistas de la Universidad de Princeton, acaban de publicar un extenso estudio sobre el análisis económico de la industria de la música pop (en corto, ?rockonomía?). De entrada, cabe advertir que no es una lectura muy amena, pero sí es relativamente accesible incluso para quienes tienen conocimientos básicos de economía (para los demás, hay mucha información interesante).

Este trabajo presenta muchos puntos interesantes. Por ejemplo, los autores señalan que es probable que la caída global en las ventas de discos sean la causa de la fuerte alza en el precio de los boletos de los conciertos de rock en los últimos años. Al parecer, los artistas buscan compensar la baja en la primera fuente de ingresos con un aumento en la segunda.

Lo que más me sorprendió es la enorme complejidad de la industria de la música. Literalmente, hay decenas de miles de proveedores, millones de productos y miles de millones de consumidores. La relación entre los artistas, productores y distribuidores de música involucra contratos singulares para repartir riesgos y asignar incentivos. A todo esto hay que agregar el incierto impacto de la tecnología en cada una de las facetas del negocio.

Los autores muestran que en realidad conocemos poco a este negocio y lo entendemos menos, pese a su gran visibilidad e importancia. Por ejemplo, hasta ahora nadie ha podido demostrar con contundencia cuál es el verdadero impacto de las descargas gratuitas de canciones en redes P2P en las ventas de discos.

Sin duda, la rockonomía parece tener un futuro muy prometedor.

martes, abril 26, 2005

Señales cruzadas en los mercados

Una serie de informes negativos sobre la economía estadounidense en semanas recientes (empleo, ventas minoristas, inflación) se reflejaron en una reducción en las expectativas de crecimiento de ese país. Como era de esperarse, los índices de acciones cayeron (poco menos de 2% en abril) y las tasas de interés de largo plazo bajaron (de 4.6% a fines de marzo a 4.3% hoy día en el caso de los bonos del Tesoro de 10 años).

Pero algo raro sucede. Los precios de los productos primarios, que subieron 33% en los últimos 12 meses según el FMI, casi no se han movido en lo que va del mes. Esta es una señal de que la economía estadounidense (y la china por añadidura) se mantiene fuerte.

En otras palabras, ¿qué indicador es mejor para predecir la evolución de la actividad económica? Yo le apuesto a las tasas de interés, pero sólo el tiempo dirá. Por cierto, aquí hay una nota más detallada sobre este tema.

lunes, abril 25, 2005

Las finanzas de Hollywood

No se pierdan este artículo en Slate sobre cómo se financían las grandes producciones hollywoodenses. En este caso, la realidad es mucho más extraña que la ficción: basta señalar que tiene mucho que ver con el código fiscal alemán. Los europeos, que tanto se quejan de la perniciosa influencia del cine yanqui, aportan el dinero que lo hace posible. Vaya ironía.

viernes, abril 22, 2005

América Latina, la virtuosa

No es broma señores. En efecto, esta región abandonó sus mañas despilfarradoras para seguir el virtuoso camino del ahorro. Según el FMI, desde 2003 los países al sur del Río Bravo están gastando menos de lo que generan como ingreso. En dialecto macro, su cuenta corriente tiene un saldo positivo (es decir, ahorran más de lo que invierten).

Esto no tiene precedentes. Ni en años de grandes crisis como 1983 y 1995, cuando nadie en su sano juicio estaba dispuesto a prestarles un centavo.

Cabe notar que este sorprendente hecho no es resultado de alguna anomalía. En 2000, cinco de las siete economías principales de AL (México, Brasil, Argentina, Colombia, Venezuela, Chile y Perú) presentaban déficits de cuenta corriente. Sólo Colombia y Venezuela tenían saldos positivos, mientras que México y Brasil, las dos economías más grandes, presentaban déficits de 3% y 4% del PIB respectivamente. El año pasado, sólo México y Colombia presentaron déficits (Perú quedó básicamente en cero), que fueron muy moderados (sólo 1% del PIB).

¿Qué explica esta transformación? Veamos las dos variables claves: inversión y ahorro. La inversión en la región bajó como porcentaje del PIB de 20.7% en 2000 a 19.8% en 2004, una caída moderada que no explica del todo el cambio. En realidad, el ahorro fue la clave: subió de 18% a 21% en este periodo.

Es interesante notar que este arranque de frugalidad se puede atribuir a las empresas y las personas físicas en su mayoría. Según el FMI, el saldo fiscal de los gobiernos de la región pasó de ?2.4% del PIB en 2000 a ?1.6% en 2004, una mejora que estimula en ahorro, pero no suficiente para explicar la magnitud del alza observada.

A primera vista, todo esto parece positivo. Un mayor nivel de ahorro permite reducir la aun elevada deuda externa de la región, que a su vez se refleja en menores tasas de interés, y evita los riesgos de tener que depender de los volátiles flujos de capital externo.

Sin embargo, lo que no está bien es el rezago en la inversión. América Latina necesita desesperadamente crecer más. En los últimos 25 años, sus economías han crecido en promedio sólo 2.5% anual en términos reales, un nivel que no permite elevar el ingreso por habitante e inferior al crecimiento de una economía madura como la de Estados Unidos. Para elevar esa tasa, se requiere una mayor inversión y medidas para lograr que la inversión existente sea más productiva.

Es insólito que ahora que hay capital disponible en abundancia, no hay voluntad para invertirlo. ¿Por qué?

No hay respuesta sencilla. La demografía seguramente tiene algo que ver: la caída en la natalidad y el todavía bajo número de ancianos implica que el hogar promedio tiene un mayor ingreso disponible, lo cual permite ahorrar incluso si los ingresos promedios siguen estancados.

El caso de las empresas, sobre todo las grandes, es más interesante. Al igual que sus contrapartes en los países ricos, las nuevas tecnologías han elevado su eficiencia, por lo cual pueden subir su producción sin invertir tanto como antes. Asimismo, muchas consideran que el surgimiento de China y el bajo grado de competitividad de la región (mala infraestructura, bajo nivel de educación, etc.) limita sus posibilidades de crecer vía exportaciones. Por tanto, sólo invierten para satisfacer a su mercado doméstico, el cual saben por experiencia que crece poco.

En México, esta situación se refleja de diversas maneras. Por un lado, muchas empresas están aumentando sus dividendos y la recompra de sus acciones, señales claras de que consideran que hay limitadas oportunidades de expansión. En algunos casos, utilizan las utilidades de sus operaciones nacionales para expandirse a escala internacional vía adquisiciones (Cemex, Telmex, América Móvil, Femsa, Bimbo, etc.).

La falta de inversión en AL es trágico. Pero no hay que olvidar que las empresas son entes racionales que reaccionan a su entorno. Si éste no es muy prometedor, van a invertir poco. Lo que claramente falta es que los gobiernos actúen para mejorarlo. Desafortunadamente, no hay muchas señales de que esto suceda.

miércoles, abril 20, 2005

Impuestos y justicia social

El semanario The Economist dedicó un largo artículo la semana pasada a las ventajas de los sistemas fiscales de tasa uniforme. Es una idea que me atraé, pero el análisis de esta revista tiene una enorme omisión.

En esencia, este sistema cobra la misma tasa al ingreso neto captado por todos los contribuyentes (empresas e invididuos). Actualmente, en la gran mayoría de los países se cobran múltiples tasas, las cuales aumentan conforme al ingreso. Cabe notar que incluso en los sistemas de tasa uniforme pueden existir variaciones: la tasa para los individuos no suele ser igual a la tasa aplicada a las empresas y, en general, no se gravan los ingresos hasta un cierto nivel mínimo.

El sistema de tasas uniformes ofrece varias ventajas: 1) reduce enormemente los costos de cobranza del gobierno; 2) minimiza los incentivos y las oportunidades para la evasión fiscal; 3) baja los costos de cumplimiento de los contribuyentes; y 4) impide que los legisladores interfieran en la asignación economica de recursos mediante distorsiones como exenciones fiscales para ciertas industrias/actividades.

¿Suena exótico? Pues varias naciones de Europa del Este ya instrumentaron sistemas de tasa uniforme y parece que están funcionando bien.

Claro, hay una objeción importante a los impuestos de tasa uniforme: van en contra de la justicia social. En otras palabras, los ricos deben pagar más y los pobres menos. La desventaja de estos sistemas de fiscalización "progresiva" es que imponen una gran complejidad a los códigos fiscales (elevando los costos asociados) y permiten la manipulación política de los mismos. The Economist argumenta que esto lleva a que a final de cuentas los ricos terminan pagando en muchos casos la misma proporción de su ingreso en impuestos que la clase media.

Resumiendo, hay argumentos muy poderosos a favor de los impuestos uniformes en términos de costos. Pero The Economist cometió un grave error: no se puede hablar de impuestos sin tocar el tema de cómo se gastan.

El sistema fiscal tiene dos caras: la recaudación de ingresos y la distribución del gasto. Bajo la óptica de la justicia social, es claro que las dos tienen la misma importancia. De nada sirve que los impuestos sean "progresivos" si el gasto es regresivo (los ricos reciben más que los pobres). El enorme problema que existe en todo el mundo es que nadie sabe que tan progresivo es el gasto de los gobiernos (en general). En lo personal, yo sospecho que es poco progresivo en el mundo industrializado y en países como México tiende a ser regresivo. Si alguien conoce estudios sobre este punto, por favor avísenme.

Tomando esto en cuenta, yo favorecería un sistema de tasa uniforme (con un ingreso mínimo exento) por el enorme ahorro que generaría para todos en términos de costos. Pero al mismo tiempo exigiría que todo el gasto gubernamental fuera evaluado en términos de justicia y equidad, de tal forma que se favorezca a los que menos tienen.

martes, abril 19, 2005

De la inflación a la deflación en menos de un mes

En marzo, los inversionistas temían un repunte en la inflación estadounidense derivado del alza abrupta en los precios del petróleo y otras materias, que a su vez era consecuencia del fuerte crecimiento en EUA y China. Como resultado, las tasas de interés de los bonos de 10 años del Tesoro subieron de 4% a 4.6%, algo que le pegó duro a sectores ligados a las tasas como el financiero y los valores emergentes.

Este mes, el panorama cambió radicalmente. Tras una serie de sorpresas negativas --sobre todo los reportes decepcionantes de empleo y ventas minoristas en EUA--ahora los inversionistas temen lo contrario: que el crecimiento económico en Estados Unidos se frenará. El resultado: las tasas de interés de largo plazo se desplomaron junto con las acciones.

Como decimos en mi pueblo, es un clásico bandazo. Posiblemente sea una tormenta en un vaso: a final de cuentas, los indicadores mensuales suelen ser muy volátiles. Pero tampoco hay que olvidar que la naturaleza del actual ciclo económico en EUA es frágil, ya que la expansión descansa en los hombros del heróico consumidor yanqui, el cual a redujo su tasa de ahorro a cero. Si no repunta el empleo y la inversión, tenemos problemas.

En fin. En esta nota elaboro un poco más este interesante tema.

jueves, abril 14, 2005

El rostro de la globalización

Para muchos, el único encuentro personal con la globalización es cuando observan el origen nacional de los productos que compran en las tiendas, ya que sólo los trabajadores en la industria manufactuera (siempre una minoría) sienten directamente el viento frío de la competencia internacional.

No soy profeta ni mucho menos, pero les puedo asegurar que en el futuro proximo muchos más sentirán que les pisan los talones. Esa es la conclusión que llegué tras visitar Elance Online, que es un mercado en donde las empresas pueden subastar pequeños proyectos para que los ejecuten pequeños contratistas, quienes presentan ofertas en términos de precios, tiempos, etc. Aunque predominan proyectos de software, hay de todo (contabilidad, editorial, etc.).

Si uno tiene cierta familiaridad con esta clase de trabajos, lo que uno vé ahí es impactante. Por ejemplo, una conocida es traductora, con larga y amplia experiencia. Un proyecto en Elance requiere una traducción del inglés al castellano. Le describí las características y ella me comentó que cobraría unos 3,000 dólares. Cabe notar que su trabajo es de la más alta calidad, por lo cual sus tarifas no son bajas, pero tampoco son particularmente altas. Pues resulta que las personas que pujan --uruguayos, argentinos, colombianos, ingleses, estadounidenses, etc.--para ganar el proyecto ofrecen en promedio unos 1,100 dólares.

Va sin decir que mi amiga quedó horrorizada.

Claro, es difícil evaluar los precios sin tomar en cuenta la calidad del trabajo, pero a primera vista varios de los contratistas parecen muy serios (en Elance uno puede ver cómo los compradores han evaluado trabajos previos de los contratistas).

En mi caso, revisé varios proyectos en el ramo editorial. Ahí no había tanta competencia extranjera, pero los precios también eran mucho menores comparado a lo que yo he visto en mi país. Una mirada superficial a los proyectos de tecnología muestra que muchas veces los proveedores de la India cobran 1/3 de lo que cotizan los estadounidenses.

Sin duda, en la medida en que se extiendan este tipo de prácticas, los profesionales independientes de los países ricos (e incluso de los no tan ricos) sentirán como se evapora su poder de negociación y se reducen sus ingresos. Ahora bien, hay que considerar los beneficios: para las empresas pequeñas y recién creadas, esto significa que tienen que pagar menos por los servicios no esenciales y tampoco requieren contratar personal para llevarlos a cabo, lo cual facilita su expansión y, por ende, la innovación. No obstante, estos beneficios se sentirán en el largo plazo y para muchos ese viaje será muy incómodo.

viernes, abril 08, 2005

América Latina: Buenos resultados, pero.....

Según el Banco Mundial, el año pasado las economías de América Latina y el Caribe crecieron 5.7% real, uno de los mejores resultados en las últimas tres décadas. Para este año estima que crecerán 4.3% real, un resultado bastante respetable.

Sin embargo, no hay que sonar las campanas en celebración. A final de cuentas, el buen desempeño en 2004 fue precedido de tres años bastante decepcionantes. Tampoco hay que olvidar que no se ha roto la tendencia de largo plazo, que muestra que el ingreso por habitante en América Latina creció por debajo de la tasa observada en los países industrializados (cuando la teoría nos llevaría a esperar lo contrario). Según datos del venerable economista Angus Maddison, en 1900 el ingreso de las ocho principales economías de AL era equivalente al 29% del PIB por habitante de Estados Unidos. En 2001, esa proporción se ubicó en tan sólo 23%.

miércoles, marzo 30, 2005

Alan Greenspan quiere seducir a la musa de la Historia

Al igual que la gran mayoría de mis compañeros del género masculino, me gustan las fotos de mujeres semidesnudas. Pero por lo general no leo las revistas que las tienen en su portada. Sin embargo, alertado por un amigo menos pudoroso, acabo de leer un artículo en GQ sobre EL banquiero central: Alan Greenspan.

Va sin decir que en los 18 años que lleva como presidente de la Reserva Federal se han escrito incontables artículos y libros sobre él. La gran mayoría, incluyendo la nota en cuestión, concuerda con la percepción que tienen de él la mayoría de los profesionales de la economía y las finanzas: es y ha sido un muy buen banquero central. Si no recuerdo mal, Bob Woodward (famoso por reportar sobre el escándalo de Watergate) tituló su libro sobre Greenspan "Maestro".

Sin embargo, el complicado panorama económico actual puede tener un desenlace tal que Greenspan podría terminar en la columna de villanos de los libros de la historia. No es ningún secreto que muchos analistas pronostican que Estados Unidos pasará por una fuerte crisis económica como resultado de los desequilibrios incontrovertibles que actualmente muestra: una posición fiscal muy deteriorada y un gigantesco déficit con el exterior.

Regresando a la nota, lo más interesante es que su autor, Wil Hylton, presenta evidencia muy fuerte de que Greenspan llegó a acuerdos explícitos con los últimos tres presidentes estadounidenses para vincular la política monetaria con medidas en el frente fiscal. En los casos de George Bush padre y Bill Clinton, prometió reducir las tasas de interés para reactivar a la economía a cambio de promesas de elevar los impuestos para reducir el déficit fiscal. Al parecer, Bush padre se consideró traicionado: elevó los impuestos pero Greenspan tardó demasiado en empezar a bajar las tasas. Con Clinton las cosas funcionaron mejor: la mejora en la posición fiscal fue uno de los factores que detonó el gran boom económico de los noventa.

Estos acuerdos e dieron a pesar de que la Reserva Federal, en principio, goza plena independencia política. Esa independencia impide que los políticos metan su cuchara en la política monetaria, pero también requiere correspondencia: la Fed no se debe meter en asuntos políticos. Pero, como es de esperarse, las cosas no funcionan enteramente así en la práctica.

Las intervenciones políticas de Greenspan fueron, hasta ese momento, positivas para él y para su país. Hasta que llegó George Bush hijo. El actual presidente cree con toda firmeza en bajar los impuestos sin importar las circunstancias. Al iniciar su mandato en 2001, buscó convencer a Greenspan de apoyar su agenda fiscal. El presidente de la Fed, también partidario de los bajos impuestos, estuvo de acuerdo y lo afirmó en público. Esto no fue un mero acto de solidaridad ideológica: la economía estadounidense estaba al borde de la recesión ese año y requería de estímulos fiscales y monetarios para suavizrla.

Obviamente, el gran error de Greenspan fue subestimar tanto la magnitud del recorte impositivo promovido por Bush como la disposición del presidente y de los legisladores de su partido para aumentar el gasto. El resultado: déficits enormes en el presente y hasta donde alcanza la vista. Si la irresponsabilidad fiscal causa (o para ser más preciso, es una de las causas contribuyentes a) una crisis económica, la reputación de Greenspan sufrirá un enorme golpe. De hecho, algunos economistas de izquierda, como Paul Krugman, ya lo acusan de ser un mero operador político del Partido Republicano.

A Greenspan no le gustaría pasar a la historia esa manera. El señor tiene casi 80 años, así que tampoco puede aspirar a algún cargo político, por lo cual dudo que su apoyo inicial a los recortes fiscales haya tenido ese fin. En ese sentido, seguramente estará pensando en qué hacer. En sus discursos recientes ha hecho llamados para reestablecer la disciplina fiscal, sin que nadie haya hecho mucho caso. Seguramente lleverá su ofensiva a la prensa: esta nota básicamente presenta su lado de la historia y sin duda habrá más por el estilo. Habrá que ver si no hace una denuncia más fuerte de las políticas de Bush, aunque arriesgue dañar la independencia de la Reserva Federal.

lunes, febrero 28, 2005

de Soto o los dilemas del desarrollo

Hernando de Soto es, sin duda, el economista latinoamericano más célebre del mundo. Su fama se debe a una idea muy sencilla que ha promovido sin descanso: conceder derechos de propiedad a los ocupantes de los barrios informales que rodean a todas las ciudades del mundo subdesarrollado. Según él (y el sentido común), al contar con escrituras de sus terrenos y casas, estos grupos lograrán tener acceso al crédito y ese capital se puede utilizar para iniciar empresas, lo cual elevaría su ingreso y reduciría los índices de pobreza.

Es un hecho que la regularización de la tenencia de la propiedad es algo deseable en sí mismo. Pero si les suena que la receta de de Soto es simplista, tienen razón. De hecho, las limitaciones de esta idea nos pueden decir mucho sobre la persistes y complejas razones por las cuales las economías emergentes rara vez salen a la superficie.

Un buen punto de partida es este artículo publicado recientemente en Slate. El autor presenta evidencia de que los programas de escrituración en los barrios irregulares, inspirados en la teoría de de Soto, no han traído beneficios importantes. Correctamente, nota que esto se debe a que los bancos no están interesados en prestarle a los pobres, incluso con la garantía de una propiedad. Posteriormente se va por una tangente sobre cómo estos programas pueden llevar a abusos (grupos influyentes compran las propiedades a precios bajos antes de ser regularizadas).

La pregunta es: ¿por qué las propiedades regularizadas no sirven para obtener capital?

Tomaré el caso de México, que supongo es similar a la situación que prevalece en la mayoría. Los problemas que hay en mi país son:

1) El Registro Público de la Propiedad es corrupto e ineficiente. La falsificación de escrituras es común, por lo cual prevalece incertidumbre en torno a los verdaderos derechos de propiedad. De hecho, se han presentado muchos casos grandes recientemente en México (ej. Paraje San Juan) que ilustran vívidamente este problema.

2) Los costos de transacción para vener una propiedad son muy altos, en parte por el monopolio abusivo del notariado público, la ineficiencia del RPP, impuestos, etc. Esto reduce para los bancos el valor de las propiedades dadas en garantía.

3) El marco legal favorece a los deudores de forma desproporcionada. Si bien se ha presentado mejoras, para que un banco pueda tomar posesión de un terreno/vivienda, se requieren largos e inciertos procedimientos judiciales.

4) Los bancos no prestan. Dadas las condiciones anteriores y otras (como el hecho de que las propiedades en barrios periféricos tienen un valor reducido, en parte por la falta de servicios públicos adecuados), los bancos prefieren asignar sus recursos a otras actividaes. En particular, suelen estar satisfechos con funcionar como sistema de pagos e intermediarios que invierten depósitos en bonos gubernamentales. Ganan mucho haciendo esto sin tener que correr riesgos.

En otras palabras, para que la regularización de la propiedad sea útil, tienen que estar presentes toda clase de condiciones. Va sin decir que esto rara vez es el caso. De hecho, se puede decir lo mismo de todas las "recetas" presentadas en las últimas décadas para detonar el proceso de desarrollo sostenido: apertura del comercio, reducción de la inflación, etc. Todas son buenas ideas en sí mismas, pero no son suficientes.

Vaya, incluso podemos imaginar un país ideal para aplicar la receta de de Soto: buena gestión pública, baja corrupción, un sistema judicial funcional e intermediarios financieros eficientes. Uno imaginaría que un programa de regularización ofrecería altos beneficios. Quizá sea cierto, pero tiene sus límites. A final de cuentas, el principal factor que determina el ingreso de los individuos es el capital humano. Aunque un analfabeta tenga acceso al capital financiero, es poco probable que éste logre aumentar su nivel de vida sustancialmente.

miércoles, diciembre 15, 2004

El futuro del cemento y los ladrillos

Si alguien llevara a cabo una encuesta mundial que preguntara cuál es la principal asipiración financiera de las familias, sin lugar a duda "tener casa propia" ocuparía el primer lugar.

La asociación metafórica de los ladrillos y el cemento con la solidez, en todos los sentidos de la palabra, explican esta actitud. Y, de hecho, en los países para los cuales existen datos de largo plazo todo apunta a que es una inversión que arroja retornos ligeramente superiores a la inflación.

Dicho esto, es una inversión que tiene serias desventajas. Comparada con otras opciones de inversión, los costos pueden ser más altos (a las acciones no les salen goteras), la liquidez es baja y el retorno promedio deja mucho que desar, aunque a veces pueden ser muy altos. En lo personal, también dudo mucho que en términos netos los beneficios intangibles de "ser propietario", como un mayor sentido de responsabilidad cívica, sean muy válidos. (De hecho, alguna vez leí un estudio en donde se argumentó convincentemente que ser propietario de una casa disminuía la movilidad laboral geográfica, algo negativo para la economía del país y del individuo).

Como pueden ver, no soy muy aficionado a la idea de tener casa propia (aunque sí soy dueño de mi inmueble; cedí ante las inclinaciones de mi esposa, las cuales tienen una larga e interesante historia que dejaré para otra ocasión). Pero diga lo que diga, es el principal activo familiar en casi todo el mundo.

Para los dueños, sobre todo en los países que registran una fuerte y prolongada apreciación inmobiliaria (RU, España, Australia, EUA, etc.), existe el dilema de qué hacer cuando se sospecha que los precios de las casas pueden empezar a bajar, una posibilidad muy real. Fuera de vender y rentar en otro lugar, no hay defensa.

Por eso es tan interesante el producto que promueve el distinguido economista Robert Schiller. Se trata de futuros (como los de petróleo, pancitas de puerco, etc.) ligados a índices locales de precios de casas, que permitirán cubrirse contra caídas en los precios de los inmubles o apostar a favor de ellos (habrá un futuro estándar y un "espejo" basado en el inverso del índice en cuestión). De hecho, Schiller desde hace tiempo ha tenido la idea de vender productos similares ligados a variables como el nivel de empleo, el PIB, etc. que permitirán a las personas cubrirse contra riesgos que afectan al activo más importante, aunque intangible: su capital "humano".


martes, diciembre 07, 2004

Crónica de una devaluación anunciada

Sí, me refiero al dólar. Por mi lado, tengo poco que agregar, pero he encontrado algunos análisis interesantes en mis rondas:

+Andy Xie, de Morgan Stanley, señala que el meollo del problema es que EUA debe ahorrar más y, por ende, depender menos del capital extranjero para financiar sus necesidades de inversión. Para lograr este objetivo, se requiere un alza en las tasas de interés, las cuales incentivan el ahorro directamente y disminuyen la propensidad de consumo de forma indirecta (vía efectos de riqueza: un alza en las tasas tiende a reducir el valor de activos como acciones, bonos de largo plazo y bienes raíces). La depreciación del dólar es un medio para subir las tasas, aunque muy indirecto (vía un alza en la inflación) y, dado el limitado papel del comercio externo en la economía de Estados Unidos, no muy eficaz (en otras palabras, se requiere una depreciación masiva para que ésta tenga efectos notables). Por tanto, argumenta que los países asiáticos deben cambiar la composición de sus reservas internacionales, vendiendo los bonos de largo plazo y pasando ese dinero a papel de corto plazo. Esto elevaría las tasas en EUA sin que el dólar tenga que pasar por un ajuste extremo y desestabilizador.

+Para Europa, la caída del dólar representa un serio problema, dado que las exportaciones de la zona euro son equivalentes a casi el 40% de su PIB. Para compensar el golpe que la apreciación del euro propinará al sector exportador, se requiere un alza en el consumo privado. Pero esto será difícil al menos que se lleven a cabo reformas para liberalizar los mercados laborales y reducir las altísimas tasas de desempleo.

+Ken Rogoff y Maurice Obstfeld publicaron recientemente un estudio sobre el tema del déficit externo de Estados Unidos. Es interesante porque describe cómo funcionaría la mecánica de dicho ajuste. The Economist presentó un buen resumen (se requiere suscripción) del mismo. Cito las partes más relevantes:

Many economists try to estimate how much the dollar needs to fall in order
to eliminate or at least to reduce the current-account deficit. But Mr Obstfeld
and Mr Rogoff argue that such analysis is flawed. America's current-account
deficit reflects inadequate domestic saving. Cutting it therefore requires that
American saving rises or that demand in the rest of the world increases. A fall
in the dollar would be a by-product of this adjustment. But without an increase
in saving, even a big fall in the dollar would make only a small dent in
America's current-account deficit.
The two economists assume that the current-account deficit shrinks as a result either of increased saving by American households (because, for instance, the country's house-price boom ends)
or of a strengthening of demand in Asia and Europe. Then, using a model of the
global economy, they focus on the changes in relative prices of traded and
non-traded goods needed to ensure that demand matches supply in domestic product
markets as the current-account deficit narrows.
According to conventional wisdom, a weaker dollar reduces the trade deficit by boosting American exports. That is true, but Mr Obstfeld and Mr Rogoff argue that the main pressure for a
fall in the dollar comes instead from the need to encourage Americans to consume
fewer traded goods (ie, both imports and goods that could be exported) and to
buy more non-traded goods and services. If the current-account deficit is
reduced through an increase in household saving, spending on non-traded as well
as traded goods will drop. To maintain equilibrium in domestic markets and to
prevent a rise in unemployment, the consumption of non-traded goods needs to
rise relative to that of traded goods. This in turn requires a decrease in the
relative price of non-traded goods. This means that the dollar's real exchange
rate must fall.
From this way of viewing the likely fall in the dollar, the substitution of American for foreign traded goods is less important than of non-traded for traded goods. But because traded goods account for only around 25% of America's GDP, the current-account deficit of 5-6% of GDP amounts to an
enormous 20-25% of traded-goods production. Thus closing the external deficit
while maintaining domestic equilibrium requires a big change in the relative
price of non-traded versus traded goods, and therefore in the exchange rate.

martes, noviembre 30, 2004

El dólar y la economía mexicana

El tema du jour es qué va a pasar con el dólar. Si bien la moneda estadounidense ya acumulaba una caída de más de 30% en los últimos tres años ante las principales divisas de reserva, la reelección de George W. Bush y la perspectiva de otros cuatro años de locura fiscal está propiciando un aceleramiento en el ajuste del dólar.

Ya conocen la letanía: Estados Unidos tiene un déficit con el exterior de casi 6% del PIB, un nivel muy alto que refleja la diferencia entre el gasto y el ingreso nacional (o entre la inversión y el ahorro doméstico). Este hoyo tiene que ser tapado con flujos de capital del exterior y los extranjeros ya no creen que Estados Unidos seguirá presentando las mejores cifras de crecimiento del mundo industrializado. Ergo, no seguirán enviando tanto dinero y el dólar tendrá que caer. Stephen Roach, de Morgan Stanley, predica este sermón cada semana.

Este seguramente será el tema que dominará la discusión en este ámbito por mucho tiempo. Y créanme que no tiene nada de sencillo. Lo abordaré a detalle en las próximas semanas.

Por lo pronto, ¿cómo afectaría una caída del dólar a la economía mexicano? Aquí está mi primer intento para responder esta pregunta. En general, el diagnóstico no es favorable.

Una caída del dólar implica alzas en las tasas de interés y un desaceleramiento (o incluso contracción si las cosas se salen de control) del consumo en ese país. Eso por definición tiene un impacto negativo en las exportaciones mexicanas, pase lo que pase con el peso (en realidad, los movimientos cambiarios inciden muy poco en las exportaciones nacionales).

Lo único que podría amortiguar este golpe sería aprovechar el otro lado de la moneda: la apreciación del yen, del euro y similares. Desafortunadamente, no veo que México se pueda beneficiar mucho. Las exportaciones a Europa y Japón apenas representan el 5% del total, por lo que incluso si asumimos un fuerte crecimiento (cosa que no se ha dado en los últimos tres años pese a la ya considerable apreciación de esas divisas) tardará años en tener un impacto notable. Tampoco hay muchas perspectivas de que las empresas de esos países utilicen a México como plataforma para exportar a EUA.

En el ámbito financiero, cabe recordar que casi toda nuestra deuda extranjera está en dólares, por lo cual resentiremos cualquier alza en las tasas de interés estadounidenses. Asimismo, es en extremo improbable que los flujos dirigidos a EUA actualmente se transfieran a México u otros países emergentes.

En resumen, la caída del dólar representa malas noticias para México. Si a esto añadimos nuestro teatro del absurdo en la arena política, los próximos dos años podrían resultar más complicados de lo que están tomando en cuenta los precios de los activos financieros mexicanos.

sábado, noviembre 27, 2004

Sigo vivo en el país del realismo mágico.

Una carga de trabajo inhumana de trabajo me impidió escribir. Pero también he de admitir que mis ánimos han estado decaídos por la situación en México.

El lío en torno al presupuesto de 2005 influye. Puedo resumirlo de forma sencilla: el legislativo, controlado por la oposición del PRI y el PRD, se unió para aprobar un presupuesto al que se opone el gobierno.

Este presupuesto, obviamente, es favorable políticamente para la oposición: aumenta las transferencias a los estados (que son las bases del poder del PRI y PRD), los cuales son financiados con recortes al gasto del gobierno federal. Hasta aquí, nada nuevo: es algo que se puede ver en todo país democrático (basta recordar las batallas presupuestales del presidente Clinton con el Congreso controlado por los republicanos).No obstante, parece que los recortes le pegarán a programas federales útiles y todo aumento en el gasto con fines electorales necesariamente implica un alto grado de desperdicio, lo cual es lamentable.

Sin embargo, el verdadero significado radica en dos puntos. En primer lugar, resulta que --a diferencia de todas las demás leyes--el presidente no puede vetar el presupuesto. Esto implica un grave desequilibrio en la división de poderes y, como tantas cosas, confirma el nefasto legado de siete décadas de gobiernos del PRI: la constitución tiene esta laguna porque bajo el viejo régimen era incocebible que la Presidencia y el Congreso estuvieran controlados por partidos distintos. El presidente afirma que va a impugnar el presupuesto: no queda claro cómo ni qué resultado habrá. En segundo lugar, augura que el combate en torno al presupuesto será, literalmente, sanguinario en 2005, ya que será el último presupuesto antes de las elecciones de 2006.

Va sin decir que es lo que menos necesita el país. En el ámbito económico, 2005 empieza a dar miedo por una sencilla razón: es posible que Estados Unidos, nuestro motor económico, presente una crisis en su moneda que llevaría a una baja en su consumo y un alza en sus tasas de interés, lo cual nos podría pegar muy duro.

Pero esto no es lo peor. Lo que realmente me deprimió fue el linchamiento de 3 policias en un barrio de la Cd. de México (ver nota). Ni las autoridades locales ni las federales levantaron un dedo para impedirlo, pese a que todo se transmitió en vivo por la televisión y la turba sabía que eran policías. No es la primera vez que algo similar sucede y hasta ahora todos los linchamientos han quedado impunes.

Esto ilustra lo que es México hoy: un país en donde los gobiernos no están dispuestos a recurrir al uso legítimo de la fuerza, un país sin ley y un país sin la mínima rendición de cuentas (ningún alto funcionario ha sido cesado y seguramente sólo habrá chivos expiatorios de nivel bajo).

Sí, México es un país donde impera el realismo mágico; lo malo es que es magia negra....

Reitero mi pronóstico pesimista: este país requiere reformas a fondo, pero no veo cómo se van a aprobar sin una crisis de grandes dimensiones.

Ojalá me equivoque.