Pues bien, resulta que los ticos aprobaron por referendum el tratado de libre comercio con Estados Unidos (que también incluye a Guatemala, Honduras, El Salvador Nicaragua y la República Dominicana) por un margen muy estrecho de 51.5%, tras una campaña muy áspera.
Como todo tratado, seguramente éste no es perfecto y habrá ganadores y perdedores. No obstante, es muy curioso que el nivel de oposición sea tan alto en Costa Rica considerando que es la economía más integrada al comercio mundial de la región y también la más dinámica (seguramente ambas están relacionados hasta cierto grado).
Entre 1996 y 2006, el ingreso por habitante en términos reales de Costa Rica subió a un ritmo anual promedio de 3%, mientras que los otros integrantes centroamericanos del tratado crecieron a una tasa cercana al 1% (estoy dejando fuera a Panamá). Esto a pesar de que Costa Rica tiene el mayor ingreso por habitante de Centroamérica (11.6 mil dólares ajustados por poder de compra contra 5.5 mil en El Salvador y menos de 4 mil en el resto).
Las exportaciones de bienes y servicios de Costa Rica representan el 48% de su producto interno bruto, contra menos de 30% en los demás países centroamericanos. Esto se explica en parte por su muy exitosa industria turística. Pero hay otro factor más importante: Intel.
Desde que anunció la construcción de una planta en ese país, el gigante de semiconductores ha invertido casi 800 millones de dólares en el país. Sus exportaciones representan aproximadamente una cuarta parte del total del país y su impacto en el crecimiento ha sido enorme.
Cierto, esta inversión llegó antes del TLC. Sin embargo, no existiría sin un mercado mundial abierto. Como una economía pequeña, Costa Rica dificilmente puede crecer sólo con su mercado interno. Seguramente una mayor apertura le permitirá aprovechar sus considerables ventajas competitivas.
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