Cómo cambian las cosas. Hace un par de años, en México se manifestaba mucha preocupación por la apertura del mercado del maíz nacional a las importaciones de menor costo de Estados Unidos, tal como contempla el TLC para 2008. Abundaban pronósticos de la ruina financiera de los campesinos, mayor pobreza, migración masiva del campo a la ciudad (o a EUA) e incluso advertencias de disturbios sociales. (Aquí hay un ejemplo)
Hoy, el panorama es diferente gracias a que los precios internacionales del maíz han subido como la espuma: 65% en los 24 meses a septiembre de este año. Ahora la preocupación es que el aumento en el principal ingrediente de las tortillas afecte la economía de los consumidores urbanos.
Cabe notar, sin embargo, que la distribución de ganancias y pérdidas por el alza en el precio del maíz es compleja. Sin duda, la población urbana sale perdiendo. Pero en el medio rural no todo es color de rosa. Por ejemplo, los trabajadores agrícolas sin tierra y los pequeños productores que no son autosuficientes son afectados negativamente (aunque una mayor rentabilidad general del sector puede llevar a más demanda de trabajo y mayores salarios). En cambio, los productores con tierra de riego y buen acceso a los mercados serán los grandes ganadores. Para entender más sobre el sector, recomiendo este artículo.
Ahora bien, no hay que perder de vista que los precios del maíz en México son aproximadamente el doble que el promedio en Estados Unidos (aunque cabe notar que el maíz amarillo que se siembra en EUA no es sustituto perfecto del maíz blanco mexicano). En ese sentido, la apertura del mercado en 2008 traerá una reducción importante en el precio para los consumidores mexicanos. Los productores perderán, pero por el alza reciente en los precios internacionales recibirán, en términos generales, un precio similar al que enfrentaban hace un par de años.
El gobierno mexicano debe considerarse sumamente afortunado. La combinación de precios internacionales altos con la apertura inminente a las importaciones es la mejor combinación posible. Los consumidores (la gran mayoría de la población e incluso un porcentaje significativo en el medio rural) saldrán beneficiados al mismo tiempo que el golpe para los productores será suavizado por los altos precios (y un alza en los subsidios).
Claro, estas circunstancias pueden cambiar. El campo mexicano requiere elevar su productividad para poder competir. Ojalá que el alza en la inversión pública planteada a partir de la reforma fiscal contemple medidas como extender la superficie de riesgo, ya que el acceso a la irrigación tiene un impacto enorme en la productividad (más o menos duplica la producción por hectárea).
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