Suena como una de esas frases risibles sacada de un inútil libro de autoayuda. Por lo menos eso eso pensaba hasta hace poco. Pero cada vez estoy más convencido que es válida.
Me explicaré un poco adelante, pero por lo pronto sugiero que lean este artículo de Gregory Clark. Este economista, autor del libro A Farewell to Alms, recientemente publicado, argumenta que un elemento clave para el desarrollo es la cultura. Específicamente, una cultura económica que permita aprovechar al máximo las condiciones existentes.
Clark argumenta que los pilares del dogma económico como incentivos apropiados, derechos de propiedad y comercio libre no garantizan que un país entre en un proceso sostenible de desarrollo a largo plazo.
Estoy convenido que esto es clave. Tomemos como ejemplo servicios básicos como correo o recolección de basura en un país subdesarrollado. No involucran tecnologías complicadas, retos administrativos insuperables o costos fuera del alcance del gobierno típico. Sin embargo, la provisión de estos servicios es parcial y de mala calidad. ¿Por qué?
No es la corrupción. Cierto, ésta entorpece y estorba, pero en los países ricos también la hay (recordemos que la mafia manejaba la industria de la basura en partes de EUA) y los servicios se prestan con eficiencia. Tampoco tiene que ver con el sistema político, ya que estas fallas se presentan por igual en democracias como en dictaduras, o con la existencia de sindicatos poderosos.
La única explicación es la indiferencia, tanto por parte del estado como por parte de los ciudadanos. A veces llega a grados increíbles. En México, los desarrollos turísticos grandes frecuentados por extranjeros lucen impecables, aunque fueron planeados por el mismo estado que es incapaz de ofrecer electricidad sin apagones diarios.
Regresando al artículo de Clark, él propone que un medio para cambiar esta cultura de la indiferencia es permitir que trabajadores del mundo emergente vivan y conozcan países desarrollados para absorber y transmitir esa cultura de eficiencia cuando vuelvan a casa.
Ojalá fuera tan sencillo. Basta conocer la región fronteriza de México con Estados Unidos. Las ciudades del lado mexicano son un bodrio (aunque tienen sus zonas más arregladas), pese a que tienen el ejemplo de sus contrapartes a nos cuantos kilómetros y la mayoría cruza con frecuencia al otro lado.
Por último, sé que todo esto es simplista y hasta caricaturesco. Pero me queda claro que este tema requiere estudio y profundización. ¿Cómo puede cambiar un país? ¿Se requiere una nueva actitud en la élite o tiene que venir de abajo? No sé.
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