El sobrepeso es, sin duda, una de las amenazas más graves a la salud pública a escala mundial (ver aquí). Pero quizá es el problema más frustrante. No hay duda sobre cómo combatirlo (ejercicio, una dieta adecuada), pero la verdad es que nadie ha logrado cambiar los malos hábitos de la población.
En Estados Unidos, uno de los países más afectados, la desesperación es palpable. Por ejemplo, ayer encontré esta nota que describe una propuesta para prohibir por dos años la apertura de establecimientos nuevos de comida rápida en la zona sur de Los Angles.
No tengo idea que esperan lograr con semejante estupidez. ¿Esperan que el "vacio" se llene de establecimientos que ofrezcan comida saludable? Francamente lo dudo.
Si los gobiernos quieren promover una mejor alimentación, mi propuesta sería facilitar el establecimiento de supermercados en zonas de bajos ingresos, aumentar el transporte público (muchas personas no tienen cómo llegar a esos supermercados) e imponer impuestos a los ingredientes más nocivos (ej. azúcar y similares).
Es un tema complicado y no hay respuestas sencillas. Sin embargo, las prohibiciones, aunque parezcan justificadas a primera vista, no son eficasez ni defensibles.
martes, septiembre 11, 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario