Resulta más que curioso que en un entorno con las tasas de interés más bajas en la historia reciente y una economía global que crece a buen ritmo, cerca del 25% de las empresas estadounidenses que cotizan en bolsa no tienen deuda, como bien señala este artículo.
Si bien en algunos negocios de alto riesgo no se puede negar que tener poca o nula deuda es bueno, es difícil justificarlo en la mayoría de los casos, sobre todo tomando en cuenta que el costo del capital variable es mucho mayor que el de la deuda. En otras palabras, los accionistas se beneficiarían al recibir dividendos/recompras financiados por deuda.
¿Por qué no sucede esto? Pues bien, un bajo nivel de deuda le da más márgen de error a la gerencia, que así puede conservar sus posiciones. En otras palabras, a la gerencia le conviene ser conservadora.
Y esto nos lleva al añejo problema de cómo alinear los intereses de la gerencia con los intereses de los accionistas, que enfrentan el problema de supervisar y controlar a la gerencia sin tener la cohesión como grupo (en empresas con alta dispersión de la propiedad) para hacerlo.
Una forma de hacerlo es forzando a la empresa a asumir grandes montos de deuda y usar los recursos así obtenidos para pagar dividendos a los accionistas. Éstos reciben gratificación inmediata, al mismo tiempo que la amenaza de la bancarrota derivada de tener que hacer altos pagos de intereses y de capital hace que la gerencia sea eficiente. ¿Y cómo hacer esto? Mediante adquisiciones hostiles de empresas públicas financiadas con deuda.
Esta táctica tuvo su apogeo en la década de los 1980's, en dónde se presentaron famosísimas battallas corporativas, como la de RJR Nabisco.
Pueden leer más sobre este tema aquí.
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