José Antonio Crespo nos ofrece una magnífica columna que, nuevamente, nos recuerda que sin rendición de cuentas la democracia es una farsa.
En todo el mundo hay corrupción e ineptitud dentro del sector público. Pero lo que distingue al mundo no bananero del bananero es que cuando se descubre a un burócrata con las manos en la masa o en flagrantes actos de ineptitud, hay sanciones: arresto, renuncia o (en Japón) hasta seppuku.
Va sin decir que México es miembro distinguido del club bananero. Aquí nadie renuncia por nada (la posibilidad de acusaciones judiciales es nula) y a los partidos políticos eso les parece muy bien. No importa que tan evidente sea la corrupción (Montiel), la perversión la justicia (el gober precioso) o el uso ilegítimo de recursos publicos (Martha Sahagún). Como dice Crespo, se aferran con uñas y dientes a su cargo y esperan hasta que la tormenta pase.
Uno no necesita ser economista para entender que en esta situación no existe incentivo alguno para el desempeño adecuado. Y nuestra triste realidad lo confirma.
Sorprendentemente, el actual gobierno estadounidense va por el mismo camino, tal como ilustra (irónicamente), el caso del procurador mexico-americano Alberto González (en este sitio se puede encontrar la larga letanía de abusos e incompetencia). No es el primer caso. Funcionarios como Donald Rumsfeldt y Paul Wolfowitz fueron mantenidos en su cargo mucho después de que su total incompetencia era más que evidente y sólo fueron "renunciados" con la mayor reticencia.
miércoles, junio 06, 2007
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