Entre viajes no tuve tiempo de escribir. Una de mis andanzas me llevó a participar en calidad de agregado cultural (metafóricamente, por supuesto) en la Conferencia Internacional de VIH/SIDA en Toronto. Lo más destacable:
--Bill Gates es el señor de los dineros. Escuché su discurso y contrario a lo que imaginaba, tiene buena presencia y habla bien en público. Su mensaje fue claro: sin prevención, estamos perdidos. Pese a que en los últimos años el financiamiento para los revolucionarios tratamientos retrovirales aumentó de manera espectacular, hay 4 infecciones nuevas por cada persona que recibe estas medicinas. En otras palabras, la prevención sigue siendo la clave.
--Bill Clinton sí es tan buen orador como indica su reputación. Su fundación tiene ideas interesantes, sobre todo en su trabajo para apoyar a los sistemas de salud en África, que enfrentan el reto de la emigración de personal calificado a los países ricos. Cerró su discurso dando gracias por la oportunidad que brinda esta terrible epidemia para nuestra superación colectiva. Yo no lo diría así, pero indudablemente una victoria --por distante que parezca--marcaría un hito para la humanidad.
--En el plano farmacológico, lo único que resaltaría su ignorante servidor es que los temores sobre la creación de resistencia parecen exagerados. Un estudio europeo no encontró aumentos en los últimos años y sólo hay resistencia detectable en alrededor de 10% de los casos.
--Pasando a la prevención, los dos temas del momento son los microbicidas (una suerte de gel que se aplica en las áreas genitales que mata el virus) y la circunsición. En el primer caso hay varios productos en vías de desarrollo pero todavía nada probado. En el segundo hay evidencia sugerente, pero faltan más estudios. Un investigador hechó un balde de agua fría sobre el optimismo en torno a esta medida: hay fuertes barreras culturales que dificultarán enormemente la aplicación de la circunsición masiva.
--Lo mismo aplica para el eventual desarrollo de una vacuna. Según entendí, lo más probable es que algún día sí tendremos la vacuna, pero esta podría tener un grado de eficacia de 30% (aprox.). Sería un gran avance. Sin embargo, la aceptación de la misma no es algo dado. Un ponente describió una encuesta en la cual un porcentaje minoritario, pero muy significativo, de la población afro-americana en EUA desconfía del sistema y las autoridades de salud, incluso al grado de seguir creyendo que el VIH fue desarrollado por el gobierno para diezmar a sus minorías indeseables. Para vacunar a esta población se necesitaría un intenso esfuerzo de convencimiento.
--Pasando a la prevención, destaca a mi juicio la falta de ideas nuevas. Sólo encontré una conferencia sobre el placer y la prevención, que no fue nada útil. A mi manera de ver, los esfuerzos de propaganda del tipo de "usa condón o morirás" ya agotaron su potencial. Ese mensaje ya es conocido y las personas siguen practicando sexo inseguro de todas formas. Se necesita otro enfoque. Por ejemplo, se me ocurre que valdría la pena investigar cómo crear mejores condones y fomentar su uso enfatizando maneras de incorporarlos en prácticas sexuales divertidas y placenteras.
--La famosa estrategia de "abstenimiento, condones y fidelidad a la pareja" es tomada poco en serio. Los activistas desdeñan la abstinencia y la fidelidad como una manera de imponer una visión moralina y poco realista de la naturaleza humana. Claro, los conservadores sólo enfatizan estos dos puntos, a que consideran que el sexo ilícito es tan malo como la enfermedad y por tanto desdeñan al sexo seguro. Ambas son posiciones dañinas a mi manera de parecer. El conservadurismo religioso erra terriblemente al considerar que la vida pecaminosa es peor que la muerte y el sufrimiento. Pero al mismo tiempo, la promoción del sexo seguro en un vacío cultural y moral es casi inútil.
En otras palabras, el combate al VIH requiere una respuesta moral, ya que es la única forma de lograr el cambio perdurable en las conductas y costumbres que contribuyena la propagación del virus. Lamentablemente, las religiones tradicionales no ayudan al dar la misma importancia a los pecados: la fornicación es igual de grave que el homicidio. Hay muy poca reflexión en torno a esto y es una verdadera lástima.
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