Recordarán que hace unos meses, en Argentina el presidente Kirchner despidió a Roberto Lavagna, el ministro de economía que hizo un buen trabajo y logró sacar al país de la crisis de 2001/2002. En ese entonces muchos especulaban que la salida de Lavagna obedecía a la oposición de este hombre sensato a los instintos populistas de su jefe.
Pues bien, me temo que esos temores quedaron confirmados. Nestor Kirchner respondió al alza en los precios de la carne de res (20% en 2005, contra una inflación de 12%).....prohibiendo las exportaciones de carne argentina durante 6 meses (vía Dan Drezner).
Evidentemente, esto saturará el mercado interno a corto plazo, colapsando los precios. Pero vaya que esta miopía tendrá un costo altísimo. Como cualquiera que tomó una clase de economía sabrá, la prohibición de exportar tendrá un impacto devastador en la industria de la carne argentina y probablemente llevará a un alza fuerte en el costo de este alimento en el largo plazo.
Es verdaderamente increíble como Argentina, al igual que la mayoría de América Latina, tropieza una y otra vez con las mismas piedras. En decenas de ocasiones se ha intentado reducir la inflación mediante medidas como controles de precios o restricciones a la producción. En cada una de ellas el efecto anti-inflacionario duró unos meses, a costa de secuelas negativas como escasez y desempelo, pero resultó totalmente inútil a largo plazo.
Vaya, alcanzar una inflación baja no es cuestión de ciencias ocultas: sólo se requieren políticas fiscales y monetarias sensatas y disciplinadas. Pero tristemente sabemos que esas palabras no existen en el léxico del populismo latinoamericano.
sábado, marzo 11, 2006
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