Ahora que vivo en Estados Unidos, he tenido la suerte observar de primera mano un intenso debate en torno al futuro de la Suprema Corte de este país. Como seguramente sabrán, hace unas semanas se abrieron dos vacantes. Una ya se llenó con un jurista ampliamente respetado: John Roberts. La otra sigue sin llenarse ante el retiro de una candidata nominada por George Bush, debido al universal rechazo que generó por su falta de calificaciones y antecedentes adecuados (entre otras cosas).
Como parte del proceso de aprobación de los candidatos, hay una gran discusión pública en torno a las grandes cuestiones judiciales del día e incluso sobre las diversas corrientes de pensamiento judicial. Va sin decir que Estados Unidos es único en cuanto al destacado papel público de su máxima corte (aunque esta institución también es muy importante en otros países).
Esto no sólo se debe a que emplea un sistema judicial consuetudinario (es decir, anglosajón o basado en precedentes) en donde la Suprema Corte es el tribunal de última instancia que decide casos importantes, sino también a la descentralización del poder en este país, algo que le confiere importancia adicional al máximo árbitro de disputas.
En todo caso, creo que este interés es saludable. A final de cuentas, que los ciudadanos estén enterados y al tanto de los grandes debates judiciales sólo puede ser positivo a largo plazo para la salud de la democracia.
Digo esto por mi experiencia en México y otros países. En mi patria, constantemente se habla de establecer un verdadero ?estado de derecho?. Este término se entiende como un sinónimo de hacer valer siempre la ley. Esto es loable y deseable, pero sólo si uno asume que las leyes son justas y están bien diseñadas y redactadas. Va sin decir que este no es el caso, empezando por la mismísima constitución. Creo que, en términos generales, sucede lo mismo en el resto de América Latina. Incluso en Europa hay una aceptación demasiado dócil de las resoluciones parlamentarias.
Antes de seguir, no quiero malas interpretaciones: hay muchas cosas que se pueden decir en contra de la Suprema Corte de Estados Unidos. De hecho, uno puede empezar por su aceptación incondicional de la discriminación racial por parte del estado durante casi un siglo. Lo que me gusta e interesa es más bien el interés y debate en torno a las leyes básicas y su interpretación.
Para no hacer esto demasiado largo, en los próximos días voy a discutir algunos puntos que me han llamado la atención, empezando por el debate en torno al papel verdadero de la Suprema Corte.
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