Hernando de Soto es, sin duda, el economista latinoamericano más célebre del mundo. Su fama se debe a una idea muy sencilla que ha promovido sin descanso: conceder derechos de propiedad a los ocupantes de los barrios informales que rodean a todas las ciudades del mundo subdesarrollado. Según él (y el sentido común), al contar con escrituras de sus terrenos y casas, estos grupos lograrán tener acceso al crédito y ese capital se puede utilizar para iniciar empresas, lo cual elevaría su ingreso y reduciría los índices de pobreza.
Es un hecho que la regularización de la tenencia de la propiedad es algo deseable en sí mismo. Pero si les suena que la receta de de Soto es simplista, tienen razón. De hecho, las limitaciones de esta idea nos pueden decir mucho sobre la persistes y complejas razones por las cuales las economías emergentes rara vez salen a la superficie.
Un buen punto de partida es este artículo publicado recientemente en Slate. El autor presenta evidencia de que los programas de escrituración en los barrios irregulares, inspirados en la teoría de de Soto, no han traído beneficios importantes. Correctamente, nota que esto se debe a que los bancos no están interesados en prestarle a los pobres, incluso con la garantía de una propiedad. Posteriormente se va por una tangente sobre cómo estos programas pueden llevar a abusos (grupos influyentes compran las propiedades a precios bajos antes de ser regularizadas).
La pregunta es: ¿por qué las propiedades regularizadas no sirven para obtener capital?
Tomaré el caso de México, que supongo es similar a la situación que prevalece en la mayoría. Los problemas que hay en mi país son:
1) El Registro Público de la Propiedad es corrupto e ineficiente. La falsificación de escrituras es común, por lo cual prevalece incertidumbre en torno a los verdaderos derechos de propiedad. De hecho, se han presentado muchos casos grandes recientemente en México (ej. Paraje San Juan) que ilustran vívidamente este problema.
2) Los costos de transacción para vener una propiedad son muy altos, en parte por el monopolio abusivo del notariado público, la ineficiencia del RPP, impuestos, etc. Esto reduce para los bancos el valor de las propiedades dadas en garantía.
3) El marco legal favorece a los deudores de forma desproporcionada. Si bien se ha presentado mejoras, para que un banco pueda tomar posesión de un terreno/vivienda, se requieren largos e inciertos procedimientos judiciales.
4) Los bancos no prestan. Dadas las condiciones anteriores y otras (como el hecho de que las propiedades en barrios periféricos tienen un valor reducido, en parte por la falta de servicios públicos adecuados), los bancos prefieren asignar sus recursos a otras actividaes. En particular, suelen estar satisfechos con funcionar como sistema de pagos e intermediarios que invierten depósitos en bonos gubernamentales. Ganan mucho haciendo esto sin tener que correr riesgos.
En otras palabras, para que la regularización de la propiedad sea útil, tienen que estar presentes toda clase de condiciones. Va sin decir que esto rara vez es el caso. De hecho, se puede decir lo mismo de todas las "recetas" presentadas en las últimas décadas para detonar el proceso de desarrollo sostenido: apertura del comercio, reducción de la inflación, etc. Todas son buenas ideas en sí mismas, pero no son suficientes.
Vaya, incluso podemos imaginar un país ideal para aplicar la receta de de Soto: buena gestión pública, baja corrupción, un sistema judicial funcional e intermediarios financieros eficientes. Uno imaginaría que un programa de regularización ofrecería altos beneficios. Quizá sea cierto, pero tiene sus límites. A final de cuentas, el principal factor que determina el ingreso de los individuos es el capital humano. Aunque un analfabeta tenga acceso al capital financiero, es poco probable que éste logre aumentar su nivel de vida sustancialmente.
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1 comentario:
Interesante escrito, la verdad, ya me habia creido en su totalidad la idea de este economista (Soto). Parece a "simple vista" bastante buena, pero tienes razòn al decir que se necesitarian ambientes bastante favorables para que la idea de Soto funcione.
Aun asi, es cierto que existe una gran necesidad, en toda Latinoamerica, de llevar a la legalidad a las enormes cantidades de personas que ahora realizan toda su vida sin permisos de propiedad, de comercializaciòn, sin seguros sociales, y aun sin identidad legal.
De Soto, por tanto, tiene razòn en la urgencia de entregar legalidad a los ciudadanos, pero se equivoca inocentemente al suponer que este simple acto resolvera todo el enorme problema que la pobreza representa.
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