miércoles, diciembre 15, 2004
El futuro del cemento y los ladrillos
La asociación metafórica de los ladrillos y el cemento con la solidez, en todos los sentidos de la palabra, explican esta actitud. Y, de hecho, en los países para los cuales existen datos de largo plazo todo apunta a que es una inversión que arroja retornos ligeramente superiores a la inflación.
Dicho esto, es una inversión que tiene serias desventajas. Comparada con otras opciones de inversión, los costos pueden ser más altos (a las acciones no les salen goteras), la liquidez es baja y el retorno promedio deja mucho que desar, aunque a veces pueden ser muy altos. En lo personal, también dudo mucho que en términos netos los beneficios intangibles de "ser propietario", como un mayor sentido de responsabilidad cívica, sean muy válidos. (De hecho, alguna vez leí un estudio en donde se argumentó convincentemente que ser propietario de una casa disminuía la movilidad laboral geográfica, algo negativo para la economía del país y del individuo).
Como pueden ver, no soy muy aficionado a la idea de tener casa propia (aunque sí soy dueño de mi inmueble; cedí ante las inclinaciones de mi esposa, las cuales tienen una larga e interesante historia que dejaré para otra ocasión). Pero diga lo que diga, es el principal activo familiar en casi todo el mundo.
Para los dueños, sobre todo en los países que registran una fuerte y prolongada apreciación inmobiliaria (RU, España, Australia, EUA, etc.), existe el dilema de qué hacer cuando se sospecha que los precios de las casas pueden empezar a bajar, una posibilidad muy real. Fuera de vender y rentar en otro lugar, no hay defensa.
Por eso es tan interesante el producto que promueve el distinguido economista Robert Schiller. Se trata de futuros (como los de petróleo, pancitas de puerco, etc.) ligados a índices locales de precios de casas, que permitirán cubrirse contra caídas en los precios de los inmubles o apostar a favor de ellos (habrá un futuro estándar y un "espejo" basado en el inverso del índice en cuestión). De hecho, Schiller desde hace tiempo ha tenido la idea de vender productos similares ligados a variables como el nivel de empleo, el PIB, etc. que permitirán a las personas cubrirse contra riesgos que afectan al activo más importante, aunque intangible: su capital "humano".
martes, diciembre 07, 2004
Crónica de una devaluación anunciada
+Andy Xie, de Morgan Stanley, señala que el meollo del problema es que EUA debe ahorrar más y, por ende, depender menos del capital extranjero para financiar sus necesidades de inversión. Para lograr este objetivo, se requiere un alza en las tasas de interés, las cuales incentivan el ahorro directamente y disminuyen la propensidad de consumo de forma indirecta (vía efectos de riqueza: un alza en las tasas tiende a reducir el valor de activos como acciones, bonos de largo plazo y bienes raíces). La depreciación del dólar es un medio para subir las tasas, aunque muy indirecto (vía un alza en la inflación) y, dado el limitado papel del comercio externo en la economía de Estados Unidos, no muy eficaz (en otras palabras, se requiere una depreciación masiva para que ésta tenga efectos notables). Por tanto, argumenta que los países asiáticos deben cambiar la composición de sus reservas internacionales, vendiendo los bonos de largo plazo y pasando ese dinero a papel de corto plazo. Esto elevaría las tasas en EUA sin que el dólar tenga que pasar por un ajuste extremo y desestabilizador.
+Para Europa, la caída del dólar representa un serio problema, dado que las exportaciones de la zona euro son equivalentes a casi el 40% de su PIB. Para compensar el golpe que la apreciación del euro propinará al sector exportador, se requiere un alza en el consumo privado. Pero esto será difícil al menos que se lleven a cabo reformas para liberalizar los mercados laborales y reducir las altísimas tasas de desempleo.
+Ken Rogoff y Maurice Obstfeld publicaron recientemente un estudio sobre el tema del déficit externo de Estados Unidos. Es interesante porque describe cómo funcionaría la mecánica de dicho ajuste. The Economist presentó un buen resumen (se requiere suscripción) del mismo. Cito las partes más relevantes:
Many economists try to estimate how much the dollar needs to fall in order
to eliminate or at least to reduce the current-account deficit. But Mr Obstfeld
and Mr Rogoff argue that such analysis is flawed. America's current-account
deficit reflects inadequate domestic saving. Cutting it therefore requires that
American saving rises or that demand in the rest of the world increases. A fall
in the dollar would be a by-product of this adjustment. But without an increase
in saving, even a big fall in the dollar would make only a small dent in
America's current-account deficit.
The two economists assume that the current-account deficit shrinks as a result either of increased saving by American households (because, for instance, the country's house-price boom ends)
or of a strengthening of demand in Asia and Europe. Then, using a model of the
global economy, they focus on the changes in relative prices of traded and
non-traded goods needed to ensure that demand matches supply in domestic product
markets as the current-account deficit narrows.
According to conventional wisdom, a weaker dollar reduces the trade deficit by boosting American exports. That is true, but Mr Obstfeld and Mr Rogoff argue that the main pressure for a
fall in the dollar comes instead from the need to encourage Americans to consume
fewer traded goods (ie, both imports and goods that could be exported) and to
buy more non-traded goods and services. If the current-account deficit is
reduced through an increase in household saving, spending on non-traded as well
as traded goods will drop. To maintain equilibrium in domestic markets and to
prevent a rise in unemployment, the consumption of non-traded goods needs to
rise relative to that of traded goods. This in turn requires a decrease in the
relative price of non-traded goods. This means that the dollar's real exchange
rate must fall.
From this way of viewing the likely fall in the dollar, the substitution of American for foreign traded goods is less important than of non-traded for traded goods. But because traded goods account for only around 25% of America's GDP, the current-account deficit of 5-6% of GDP amounts to an
enormous 20-25% of traded-goods production. Thus closing the external deficit
while maintaining domestic equilibrium requires a big change in the relative
price of non-traded versus traded goods, and therefore in the exchange rate.